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Encuentros de dos gigantes

El próximo viernes 23 de abril se cumplen 405 años de la muerte de Miguel de Cervantes Saavedra en su casa en Madrid y la de William Shakespeare, en la suya propia, en Stratford-upon-Avon. Sí, efectivamente, los dos murieron en la misma fecha, pero no en el mismo día, cosa que resulta en una extraña coincidencia. 

En 1616 había una diferencia de diez días entre el calendario ‘juliano’ que usaban en Inglaterra y el ‘gregoriano’ que aplicaron en España desde 1582, cuando el Papa Gregorio XIII hizo la reforma para corregir las diferencias en las fechas, de tal manera que las estaciones empezaran cuando deberían hacerlo. De esta manera, el ‘gregoriano’ adelantó diez días el calendario y con eso eliminaron un retraso que tenía dieciséis siglos, de tal manera que coincidiera el año civil con el astronómico.

Enrique VIII de Inglaterra terminó sus relaciones con el Papa Clemente VII en 1534 y su hija, la reina Isabel I, quien reinó de 1559 a 1603, no le hizo caso al decreto pontificio y siguieron usando el ‘juliano’ hasta 1752, cuando finalmente lo ajustaron. 

Hay otros encuentros entre estos dos gigantes de la letra: Shakespeare leyó El Quijote en la versión de Thomas Shelton (1612) tal vez cuando llegó John Fletcher a visitarlo a su casa para convencerlo de que colaborara en una obra basada en la historia de Cardenio que Cervantes cuenta en los capítulos XXIII al XXXVII de la Primera Parte del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. La obra de teatro que montaron en el Palacio Real de Londres el 20 de mayo de 1613 con el título de The History of Cardenio y que luego se perdió.

Volví a leer El Quijote para volver a leer la historia de Cardenio y, mientras lo hacía, resulta que me brincaron otros puntos de encuentro, por ejemplo, cuando los dos se refieren al mismo personaje legendario como es Lucrecia y su historia sobre la que Shakespeare escribió su poema lírico titulado La violación de Lucrecia; así mismo, me di cuenta que, la trama del Curioso impertinente, Shakespeare la utilizó en Cimbelino cuando Póstumo, el marido de Imogenia, presume tanto de ella que provoca una apuesta en donde el voyeur de Giacomo dice haber ganado y que es parte de la subtrama de esa comedia. 

Los dos utilizan las mismas fuentes que, ahora, a esta distancia, podemos contrastar y anotar esos parecidos que hay en ciertas situaciones, por ejemplo, cuando los amantes, emocionados, quieren saber más de sus amadas, como Don Quijote, cuando le pide a Sancho que le cuente más de Dulcinea de Toboso y Shakespeare igual lo aplica en Rosalinda, cuando ésta le pregunta a su prima Claudia sobre Orlando que anda por ahí en el bosque de Arden en Como les guste. 

Los dos ponen en boca de sus protagonistas eso que piensan de la música: Dorotea, en El Quijote, dice que la música compone los ánimos descompuestos y Lorenzo en El mercader de Venecia le dice a Jessica, la hija de Shylock, que... el poeta inventó que Orfeo podía mover los árboles, las piedras, los torrentes, pues nada hay tan insensible, airado o duro que mientras suena la música no mude su naturaleza...

Y al final, me entero que la obra que escribió Fletcher en colaboración con Shakespeare la podemos leer ahora en la versión que hizo, un siglo después, Lewis Theobald quien, sin demostrarlo, decía haber tenido un original con el que hizo una nueva versión que publicó en 1727 como Double Falsehood; Or the Distressed Lovers (Arden, 2010), es decir, La doble falsedad o Los amantes en apuros.

Así, pasamos de celebrar a esos dos gigantes por la fecha en la que fallecieron, para pasar a Cardenio y descubrir otras coincidencias de estos dos hombres que tuvieron vidas tan diferentes pero que compartieron fuentes, temas, personajes y expresiones parecidas, cada quien en su género, para que ahora podamos tener un mejor panorama literario de los siglos XVI y XVII que ocupan un lugar privilegiado en nuestra vida.

malba99@yahoo.com

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