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En puerta, impuestos para sancionar a países que contaminan

¿Qué pasaría si Europa y Estados Unidos decretaran un arancel para cobrar a las industrias y países que más contaminan? La idea se puso en la mesa en la reunión del G20 el fin de semana pasado. Recibió poca atención porque todos los reflectores se concentraron en el acuerdo histórico para imponer un impuesto global mínimo a las grandes empresas. Tuvo pocos reflectores, pero es algo que podría tener un impacto gigantesco. Además, será una realidad muy pronto. La Unión Europea dio un paso en esa dirección el miércoles 14 de julio, cuando anunció que impondrá un impuesto a las importaciones de países con bajos estándares medioambientales.

La decisión de la Unión Europea se conoce técnicamente como Mecanismo de Ajuste de Carbono en Frontera. La teoría dice que sirve para que paguen por las emisiones de carbono aquellos que son responsables por ellas. Complicará el acceso a los mayores mercados del planeta para empresas situadas en países emergentes y cambiará la forma en que funciona el comercio internacional. Europa tiene en la mira la entrada de productos como acero, cemento y manufacturas provenientes de países como India, Rusia, Indonesia o Turquía. Estos tienen industrias muy competitivas en precio y calidad, entre otras cosas porque gozan de las ventajas de producir con una huella de carbono mucho mayor a la que tienen las empresas que operan en Europa. Los reguladores de la UE tratan de conciliar la presión de sus grupos ambientalistas con las objeciones de sus empresas y sindicatos. En Europa deben cumplir normas muy estrictas de reducción de emisiones, pero compiten con países e industrias que en algunos procesos o productos hacen dumping medioambiental.

¿Por qué importa para México este anuncio de la Unión Europea? En primer lugar porque no es la única medida que están tomando los reguladores de Bruselas. Un ejemplo de ello es el plan para que en 2035 sólo puedan venderse automóviles cero emisiones (híbridos o eléctricos). Más importante, quizá, es que detrás de Europa podría venir muy pronto Estados Unidos, nuestro principal socio comercial. Janet Yellen, Secretaria del Tesoro, se pronunció a favor de impuestos a la emisión de carbón en la reunión del G20.

La Administración Biden tiene una agenda medioambiental muy agresiva. La meta es reducir entre 50 y 52% las emisiones de Gases de Efecto Invernadero antes del 2030 (tomando como referencia los niveles de 2005). Para lograr esa meta, deberá acelerarse la transición energética en tres actividades clave: transporte, generación de electricidad e industria, que representan 29, 25 y 23% de las emisiones totales, respectivamente. Es una obsesión del presidente Biden, pero también un tema que gana terreno en la opinión pública de Estados Unidos. En 2019 y 2020, los incendios en California contribuyeron a sensibilizar al gran público. En 2021, la toma de conciencia se relaciona con las olas de calor en la Costa Oeste y las temperaturas récord, de casi 50 grados en ciudades como Portland.

El cumplimiento de las metas estadounidenses en materia ambiental traerá presión creciente para México y, eventualmente, podría abrir la puerta a medidas proteccionistas en contra de las exportaciones mexicanas. Las empresas y los sindicatos de Estados Unidos sólo aceptarán los sacrificios en materia de transición energética en la medida en que tengan “garantías” de que su país no pierde competitividad frente a países y empresas que no “hagan la tarea”. A la causa mexicana no le ayudan episodios como el incendio en el Golfo de México del 2 de julio, ni las decisiones de redoblar las apuestas por el uso de combustibles fósiles en Pemex y CFE.

Tenemos genuinas preocupaciones por el medio ambiente, mezcladas con afanes proteccionistas en Estados Unidos. Están en ruta de choque contra una política energética y medioambiental en México donde se actúa como si el cambio climático fuera un mito… Como si no hubiera compromisos internacionales para reducir nuestra emisiones. El T-MEC será la arena donde se resolverán muchas de estas diferencias. ¿Estamos listos para lo que viene?

lmgonzalez@eleconomista.com.mx

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