En gustos se rompen géneros
“De gustibus non est disputandum” (sobre gustos no se disputa), decían los clásicos. “Sobre gustos no hay nada escrito” o “para gustos hay colores”, rezan algunos de los adagios equivalentes...
Viene al caso lo anterior para el octavo y último programa de la Primera Temporada 2023 de la Orquesta Filarmónica de Jalisco (OFJ). Desde la perspectiva tradicionalista, poner juntos a dos compositores tildados de revolucionarios e iconoclastas como Prokófiev (su Sinfonía Concertante) y Stravinsky (Petruschka) era, por decir lo menos, un exceso. Empero, a despecho de las previsiones, la respuesta del público, la noche del jueves en el Teatro Degollado, fue excelente: de entrada, sala llena: la más nutrida de la temporada; y de jóvenes, principalmente. Y luego, las ovaciones -incluidas dos al final de los primeros movimientos de la Sinfonía Concertante y una a medio camino de la Petruschka- confirmaron que, por misteriosas razones, porque poco o nada se hace por promover ese tipo de música, las obras programadas fueron plenamente del gusto de la numerosa concurrencia.
Aunque estaba educado para componer a la usanza tradicional -su Sinfonía Clásica lo demuestra-, Prokófiev prefirió experimentar con armonías disonantes y compases inusuales. Su Sinfonía Concertante en Mi menor, Op. 125, es un rico muestrario de ello. El cellista italiano Giovanni Gnocchi, actual solista en la Camerata de Salzburgo, y la OFJ, dirigida por su titular, José Luis Castillo, cumplieron con una interpretación respetuosa de la endemoniadamente compleja partitura. Gnocchi correspondió las aclamaciones con una ligera y divertida Marcha Para Niños del mismo Prokófiev como encore.
Prokófiev (1891-1953) y Stravinsky (1882-1971) fueron paisanos -rusos ambos- y contemporáneos; se conocieron y se profesaron mutua admiración, aunque también intercambiaron ocasionales críticas porque eventualmente ambos cometieron el pecado de “querer componer a la manera de Bach”. Los dos se propusieron “mandar todo al infierno” -en palabras textuales de Stravinsky- y, por ende, fueron aclamados por los modernistas. Los tradicionalistas, en cambio, sostenían que “los gatos en el tejado hacen mejor música”.
Basado en un relato de la mitología folklórica rusa, Petrushka es una suite de ballet que rompe cánones y paradigmas. Pródiga en estridencias y disonancias, la partitura fue correctamente leída por Castillo y correctamente interpretada por el ensamble.
El programa, como de costumbre, se repite este domingo, en la misma sala, a partir de las 12:30 horas.
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