Ideas

En el principio se creó la estadística, y fue cuanto

Estupenda noticia, está en la Medición de la Pobreza 2022 que Coneval presentó el jueves anterior: por primera vez desde 2016, Jalisco bajó de dos millones (1,856,300) la cifra de sus habitantes que están en pobreza; más aún, llegó a ese número en apenas dos años: la cantidad más alta en el lapso referido fue en 2020, un poco más de dos millones seiscientas mil personas estaban en el estanco de la pobreza (uno de los efectos de la pandemia de Covid, suponemos), lo que equivale a que tuvieron un ingreso mensual no suficiente para comprar alimentos, bienes y servicios necesarios, además de presentar una o más carencias sociales. Sí, estupenda noticia; sin embargo, el estatus de pobre corresponde a uno de cada cinco jaliscienses, 21.8%. Este total de la pobreza se descompone en dos tipos: moderada, un millón 675 mil personas, y extrema: 180 mil 500 paisanas, y paisanos, 1.1% menos respecto a 2020.

La sintonía fina del paisaje económico, social y ético de la pobreza está en los detalles. Sólo que antes de continuar hagamos dos puntualizaciones: no hablamos de un concepto sino de la forma que millones tienen, contra su voluntad y sus anhelos, de estar en la vida, millones que son mujeres, hombres, niñas, niños, con nombre y apellido, con hambre o mal comidos, que es la manifestación más ominosa del hecho de ser pobres; y esto impone la otra puntualización: Jalisco es una potencia económica, y nuestros conciudadanos pobres ven esa riqueza a lo lejos (muchas veces cerca, como al pasar por una vitrina) o escuchan que existe en voz de los sucesivos gobernantes, que la mientan con orgullo y en el tono de quien afirma: misión cumplida.

Pero anunciamos detalles. Una porción de la pobreza se explica por los pocos ingresos, de cualquier índole: laborales (sea el empleo informal o formal), por programas sociales (que transfieren dinero, productos o ambos), por remesas. Otra parte de estar en esa circunstancia, la de pobre, se refiere a las carencias sociales: rezago educativo y carencia de acceso a: servicios de salud, seguridad social, calidad y espacios de la vivienda, servicios básicos en la vivienda y alimentación nutritiva. En Jalisco tenemos a seis de cada diez personas con al menos una carencia social (en 2020 estuvimos prácticamente igual que en 2022) y a un millón trescientos mil individuos, mujeres y hombres, 16% de la población, con al menos tres. Ambas categorías comprenden a 75% de la población. Son carencias porque implican la privación o falta de algo, y se apellidan sociales porque es aceptado que cuando una persona presenta una o más de ellas, no puede ejercer sus derechos, y la teoría reza que somos parte de un Estado que garantiza que cada cual pueda hacer uso de ellos, sin obstáculos.

De las seis carencias que el Coneval incluye en la medición multidimensional de la pobreza 2022, las que con más frecuencia están entre los jaliscienses son: rezago educativo (20.4%), es el porcentaje más alto desde 2016, en 2020 fue 18.5; tomemos en cuenta que a escala nacional el porcentaje entre 2020 y 2022 apenas varió cuatro décimas (19.0-19.4). La carencia por acceso a los servicios de salud se elevó de 32.1% a 37.1%, aunque en el país -la suma de las entidades- dio para que de 28.2% en 2020 pasáramos a 39.1% en 2022, la cifra tan mencionada que revela el fracaso estrepitoso -cuyos indicadores son muertos, dolor y quiebra económica- de la política pública de salud que impuso este régimen: del inicio del Gobierno de López Obrador al año pasado, treinta millones de personas agregaron esta carencia a su vida; en Jalisco, con todo y que no son pocos de sus ciudadanos quienes padecen esta privación, el golpe que el gobierno de la República dio al sistema de salud no repercutió con semejante severidad, merced a la intervención del gobierno del estado. Carencia por acceso a la seguridad social (42.0%). La carencia por acceso a la alimentación nutritiva y de calidad la sufre 13.8%; un millón 176 mil personas de las que viven en el regazo del gigante agroalimentario no comen bien.

Uno de los rasgos más comunes de las estadísticas oficiales es privilegiar los plazos cortos y los cortísimos. Por eso queda la impresión de que en el informe de Coneval está implícito que agradezcamos el que la serie se corra a 2016. Claro, hay razones matemáticas: en el gobierno de Peña Nieto se modificó la metodología para medir la pobreza, a partir de una hipótesis: si se trata de entender la pobreza siempre se exagera, los que la sufren no son tantos y han de tener más dinero del que sabemos. De este modo, con la medición distinta, comparar periodos previos no es riguroso. Finjamos que no nos importa. En 2003 Paulette Dieterlen publicó La pobreza: un estudio filosófico (FCE-UNAM) en el libro leemos: “En México, de sus 96 millones de habitantes, 40 millones se encuentran en situación de pobreza, y 27 millones en pobreza extrema”. Es decir, hace veinte años 41% era pobre y 28% lo era en extremo. Ahora, con los datos 2022 del Coneval: 36.3% en México son pobres y 7.1% intolerablemente pobres. En general, dos décadas de avance discreto, cuatro por ciento; en cuanto a la pobreza extrema: nos corrimos de 27 millones a nueve, extraordinario… bueno, no tanto, ya lo establecimos, simplemente se mide de manera diferente, al cabo los pobres aguantan todo, incluida el ansia por privilegiar el rigor científico y lo que la investigadora citada, Dieterlen, refiere: “Uno (de los temas) que han recorrido la historia del pensamiento político es el de la exclusión y la inclusión, es decir, el de las reglas del juego que nos permiten identificar quiénes están dentro y quiénes fuera de las decisiones que se toman en la política.” ¿Será muy difícil reconocer, con datos, a los millones de mujeres y hombres que tradicional y rigurosamente han quedado fuera?

agustino20@gmail.com

Síguenos en

Temas

Sigue navegando