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En Jilotlán ganó el crimen organizado

Los focos rojos en ese municipio de Jalisco que colinda con la tierra caliente de Michoacán se prendieron hace al menos una década por la disputa de las bandas del crimen organizado por esa región del país. 

Fue una combinación de factores. Primero fue la autoridad municipal la neutralizada con las amenazas de la “plata o plomo” del narco; luego los gobiernos estatales se fueron alejando; y las erráticas acciones de parte de los gobiernos federales, desde Felipe Calderón con la militarización de la zona, pasando por la fallida domesticación de los “grupos de autodefensa” de Enrique Peña Nieto, hasta los “abrazos y no balazos” de nuestros días con Andrés Manuel López Obrador, que sólo provocaron que Jilotlán se sumara a la larga lista de poblados de Jalisco y del país que están bajo el control de los jefes territoriales de la delincuencia organizada.

Prueba de ello es que acabamos de convertirnos en angustiados y absortos testigos de la capitulación del Estado mexicano para detener y sancionar a quienes están generando violencia en esa zona, echando mano del monopolio de la fuerza para cumplir así su obligación de garantizar la paz y la seguridad de los que habitan ese municipio.

Así de graves son las señales de debilidad y rendición que salieron del Congreso del Estado cuando el martes pasado se anunció que de plano se había decidido renunciar a organizar las elecciones extraordinarias en Jilotlán por la falta de condiciones de seguridad, por lo que el Concejo Municipal que se instaló a falta de presidente o presidenta Municipal. 

Pero como lo señalé de entrada, este municipio que colinda con el municipio michoacano de Tepalcatepec, cuna del cártel de Los Caballeros Templarios y de los grupos de autodefensa que nacieron en la guerra contra el narco de Calderón, que quiso cooptar el Gobierno de Peña Nieto enviando como virrey a Alfredo Castillo, quien nunca pudo resolver la crisis de seguridad que cada día empeora más en ese vecino Estado, empezó a quedar sin ley desde el 2013, cuando por la presencia y el control que ejercían los grupos delincuenciales, el entonces naciente Gobierno del priista Aristóteles Sandoval anunció una inversión de 50 millones de pesos y la aportación de un terreno para edificar en Jilotlán de Dolores una base militar que extrañamente terminaron construyendo en Zapotiltic.

Jilotlán de los Dolores volvió a ser noticia en el proceso electoral del 2018, cuando en plena campaña, un 15 de abril, fue asesinado Juan Carlos Andrade Magaña, alcalde con licencia que buscaba la reelección por el partido Movimiento Ciudadano. 

Tres años más tarde, en el pasado proceso electoral del 2021, la mano negra de la mafia volvió a aparecer cuando de los 13 partidos políticos participantes al final sólo quedó el de Morena, José Manuel Cárdenas, ya que el resto no entraron o dejaron la contienda por las amenazas de las milicias del narco. Pidieron por ello suspender la elección, que aunque finalmente se realizó, las autoridades electorales terminaron invalidándola y no reconociendo la solitaria victoria del morenista.

Se instaló por eso desde octubre del 2021 un Concejo Municipal mientras se convocaba a elecciones extraordinarias, lo que un año y siete meses después reconocieron no harán por la inseguridad en la zona. 

Por eso en Jilotlán el que ganó fue el crimen organizado, y si las autoridades siguen ausentes, omisas y/o cómplices, muy probablemente en el 2024 también. 

jbarrera4r@gmail.com

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