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Emprender una startup y no morir en el intento

Encontrar el “product market fit”, cerrar una ronda de inversión, crecer constantemente el número de clientes, de usuarios, de ingresos contra egresos, de “clics” que se conviertan en posibles transacciones, cuidar el flujo de efectivo del negocio, tener una estrategia para hacer una salida (“exit“), etc. todos estos conceptos y muchos otros más son bastante comunes en el mundo de los emprendedores, aún entre aquellos primerizos y poco experimentados. Pareciera como si estos conceptos fueran el lenguaje necesario para arrancar y crecer una startup exitosa.

El camino de levantar una startup se construye sobre un pavimento hecho de incertidumbre

Sin embargo, el diccionario de las startups y los emprendedores incluye otra sección de la que no se habla tanto y que, paradójicamente es tan o más importante que la primera: crisis, depresión, errores, estrés, miedo, insomnio, culpa, agotamiento, ansiedad, etc. son algunos de los conceptos que no están la “sección de negocios”. La cuestión es que, el camino de levantar una startup, exitosa o no, se construye sobre un pavimento hecho de incertidumbre, el cual hay que recorrer a máxima potencia, y por si fuera poco, hay que hacerlo lidiando con todo lo que implica levantar un negocio mientras al mismo tiempo estás lidiando con los efectos que todo esto tiene sobre ti mismo.

Actualmente se ha sobrevalorado, hasta el grado de la idealización, lo que implica fundar una startup. Lo que implica ser CEO. Lo que implica estar bajo un constante nivel significativo de presión, responsabilidad e incertidumbre.

En efecto, se habla con frecuencia sobre la posibilidad del fracaso como parte de emprender, pero de nuevo, se hace desde una perspectiva de negocios en la que tu empresa fracasó, posiblemente porque no logró encontrar el “product market fit”, no consiguió cerrar la ronda de inversión, no pudo crecer el número de clientes, de usuarios, de ingresos contra egresos, de “clics” que se convirtieran en transacciones, etcétera, pero poco se habla del efecto que tiene recorrer el camino de fundar una startup sobre uno mismo. Esto va mucho más allá de ganar o fracasar frente al reto de encontrar el “famoso” balance entre la vida personal y el trabajo.

“Tienes que estar un poco loco para fundar y crecer una startup exitosa y no cometer suicidio en el camino” una vez me dijo bromeando entre risas Bismarck Lepe, un reconocido emprendedor serial México-Americano, actual fundador y CEO de Wizeline. Y es que es una realidad que el camino de emprender y fundar una startup es altamente gratificante y es una extraordinaria manera de conocerte a ti mismo y retar tus propios límites, pero por otro lado, es un camino que como fundador generalmente es muy solitario e implica un altísimo grado de sacrificio, determinación, compromiso y pasión para sobrellevar los efectos que todo esto puede tener en aspectos de la vida personal, tales como la salud física y emocional, la vida social, en pareja, en familia, y hasta en los niveles de energía, productividad y eficiencia en el trabajo mismo.

¿La clave? Reconocer que fundar una startup es un maratón con fuerzas en dos direcciones en el que hay que mantener el negocio pero sobre todo, a ti mismo a flote.

Esta es la primera columna de una serie de columnas de opinión que publicaré de forma mensual en base a mi trayectoria trabajando con startups, tecnología, emprendedores, fondos de inversión y en el ecosistema de innovación en México y en el extranjero. Mi objetivo es acercar a los lectores a conocer y aprender más sobre la intersección de todos los temas anteriores desde mis propias vivencias.

Cindy Blanco. Cofundadora y CEO de StartupGDL
@8a_cindy

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