Empecemos por no pelear frente a los hijos
Dentro de los propósitos de año nuevo, hemos de poner en la lista, éste sacrosanto empeño por no dar un espectáculo de agresividad y discusiones en pareja, frente a los hijos.
Es muy evidente que es una escena muy negativa y que sin duda, deja una huella de dolor. Es uno de los recuerdos más desagradables que le pueden quedar a un hijo a lo largo de su vida. Ver pelear a sus papás. Tanto como el verlos llegar borrachos, drogados o ensangrentados. Ahora sí que deja un verdadero trauma.
Así que, al menos hagamos todo lo que está a nuestro alcance para no hacerlo, ni frente a ellos ni a sus espaldas, sería lo mejor.
Hay pruebas de que la violencia entre los padres y frente a los hijos equivale a ser testigos de una golpiza callejera, de un asalto y de actos violentos. Y si cuidamos que los menores no vean escenas de violencia en las películas, mucho menos en la realidad del propio hogar.
Comprendemos que el enojo y la impulsividad son difíciles de dominar y que ante las provocaciones de la pareja, se desate una conflagración, difícil de detener y sin tomar consciencia de la presencia de los demás.
Sin embargo, por el bien de todos, es indispensable prohibirse el pelear dentro del hogar. Ahora sí que si va a salir el animalito agresivo, por favor a darse de golpes y de palabras, pero en la calle.
Nuestros hogares merecen el más grande respeto y conservar lo mejor y no lo peor de nosotros mismos. Dar un ejemplo de cordura, ecuanimidad y respeto es fundamental en una adecuada educación.
Ya hemos estudiado los rasgos de violencia entre los esposos, y ahora deseamos que se practique en casa y no dar un mal ejemplo. Porque también queda muy claro que si lo haces, les muestras una manera distorsionada y tóxica de cómo se pretenden resolver las dificultades. Por lo que no será nada extraño que los hermanos, entre sí, también lo comiencen a hacer y algún día lo harán también con los propios padres.
Por un hogar sin violencia. Feliz año.