Emergencia acuática: Arcediano,¡ya!
Los gurús del agua tapatía del pasado y de este siglo han sido, si la memoria no falla, el ingeniero Elías González Chavez, el ingeniero Jorge Matute, el ingeniero Francisco de Paula Sandoval, el ingeniero Enrique Dau, actualmente en funciones. Sin duda todos ellos, analizando la situación actual, se podrían poner de acuerdo en que la solución óptima y definitiva para darle viabilidad y sustentabilidad a Guadalajara es construir de inmediato la presa de Arcediano y dejar de hacerse bolas. ¿Por qué entonces tanto brinco estando el suelo tan parejo? Por politiquerías, ineptitudes, corrupciones. Por tapatíos.
Veamos. No es fácil entender el problema del agua de Guadalajara. Es algo sumamente complejo y enredado. Es necesario hacerle como Alejandro y el nudo gordiano: sacar la espada y cortarlo de tajo. Ese tajo se llama Arcediano. Y casi lo logramos, pero el enorme proyecto, y las obras comenzadas, fueron abortadas criminalmente por razones politiqueras, y existen los visibles responsables del desastre.
La Comisión Estatal del Agua, en su momento, hizo muy bien su chamba, y todo estaba listo y encarrilado. Hasta que fuerzas oscuras lo descarrilaron. La presa del Arcediano es una solución sencilla y matemáticamente muy elegante. Consiste en aprovechar los caudales juntos de los ríos Santiago y Verde para abastecer una presa muy considerable en la Barranca de Oblatos, al pie mismo de la ciudad. La solución tiene innumerables ventajas. Pero los tapatíos no supieron ver la carabela, así como nuestros indios no pudieron ver las carabelas españolas cuando arribaron a nuestras costas por primera vez: eran, para ellos, algo inconcebible, inédito. Algo así sucedió con Arcediano: no supimos, ni quisimos, ver la carabela. Más bien, la hundimos como bárbaros sin comprender de qué se trataba.
Esa presa, que en la humilde opinión de este columnista se debe hacer de inmediato, ofrece múltiples ventajas. Aseguramiento, por cincuenta años, del agua que necesitamos. Bajos costos de bombeo. Recuperación de la tan deteriorada Barranca de Oblatos. Creación, alrededor de la presa, de un gran parque natural que sería un enorme recurso social, ecológico, turístico, etcétera. Con la conclusión del acuaférico junto con el colector que debe bordear la barranca, se obtendría una mejora radical en las condiciones de dotación de agua y de saneamiento de la zona metropolitana.
Claro que existen problemas también para esta elegante y eficaz solución. Pero la ingeniería tapatía es legendariamente capaz de solucionar todo tipo de situaciones y obstáculos. Por muchas generaciones. En su momento, acorralados por los perros de la reacción y la usura, los ingenieros se vieron obligados a abortar lastimeramente el proyecto, para el que existía ya todo un complejo y costosísimo proyecto ejecutivo que comenzó a construirse, existía (y existe) la tierra necesaria, y sobre todo, existían los consensos y los recursos federales. Todo esto se perdió, pero se puede y se debe recuperar. Y hacerlo ya, porque el futuro hace mucho que nos alcanzó y el treinta por ciento de los tapatíos de toda la zona metropolitana carece de una adecuada dotación de agua.
Ver la carabela. Cortar de tajo el nudo gordiano. Dejar de hacerse bolas. Actuar como siempre lo han hecho los ingenieros tapatíos: con eficacia y honradez, con elegancia.
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