Elecciones, entre la ilusión y la decepción
Por fin llegamos al final de las campañas y las encuestas se movieron casi nada tras tres meses de las candidatas y el candidato recorriendo el país. La candidata del bloque oficialista mantuvo en todo momento la ventaja debido a la popularidad de AMLO, el respaldo popular a los programas sociales, simpatía por la 4T y por los atributos de la propia Claudia Sheinbaum. Pero en el camino de consolidación de la coalición oficialista, la candidata de Morena debió aceptar la suma de varios políticos indeseables que vienen de la vieja partidocracia, de líderes sindicales espurios y de franquicias partidistas que viven de venderse al mejor postor. La segunda campaña presidencial de Morena confirma que para quedarse en el poder, el partido gobernante se transforma rápidamente en todo aquello que criticó en la oposición.
La candidata opositora, Xóchitl Gálvez, no logró capitalizar electoralmente el ánimo que surgió al inicio de su precampaña y en su imagen pública pesaron más los negativos que los positivos de su personalidad. Al final, el rechazo a los partidos que la postularon (PAN, PRI y PRD) fueron un lastre imposible de remontar, pues siguen generando altas tasas de repudio entre la sociedad; lo mismo ocurre con los liderazgos de la partidocracia tradicional. Es difícil hablar de buscar la democracia, la libertad y la vida cuando compartes el mismo escenario con “Alito” Moreno, Marko Cortés, Jesús Zambrano y Claudio X. González. Sin lograr emocionar al electorado que se unifica más por criticar y oponerse a AMLO que por proponer un programa de Gobierno atractivo para la sociedad, al final la alianza opositora echó mano más de la guerra sucia y mentiras: rumores de que se cerrarían templos, se eliminaría la propiedad privada y se convertiría a México en una nación comunista.
La candidatura de Movimiento Ciudadano llegó tarde a la contienda, pero una vez adentro fue la que más creció debido a una atractiva y bien diseñada estrategia de marketing que logró posicionar positivamente a Jorge Álvarez Máynez entre el electorado joven del país. Sería simplificar si creemos que se trata solamente de un jingle exitoso, el de “Máynez presidente”. Aunque para la coalición a la 4T, la campaña de Máynez jugó de papel de esquirol para el oficialismo, la apuesta de Dante Delgado de ir solo y no sumarse a la vieja partidocracia, rendirá frutos para este partido que apostó no a la elección de 2024 sino a la de 2030.
Al final, la campaña cierra como casi todas las elecciones, con una intensificación de la guerra sucia, como el falso mensaje del secretario de Defensa, Cresencio Sandoval, en una cuenta de Twitter; o la abierta intervención de sectores de la iglesia que con mentiras apelan a la reacción de un voto conservador-católico. Y en el balance general hay que subrayar el clima de polarización en el que se desarrollaron las campañas y que se trasvasó a la conversación pública.
En este contexto se llega al final de la campaña y la jornada electoral donde un poco más de la mitad de los mexicanos (alrededor de 60 por ciento) depositan su ilusión en tachar una boleta electoral, con la esperanza de que ese acto político sea suficiente para hacer realidad el país con el que sueñan.
Una ilusión que será destrozada por la realidad política, como ya ha ocurrido en el pasado, al mostrar que en el fondo las campañas y las elecciones no son instrumentos para cambiar la realidad social. Tal como muchos electores se arrepintieron de dar un voto al panista Vicente Fox para sacar al PRI del poder, ahora muchos se arrepienten de votar por AMLO para sacar a la vieja partidocracia del poder. Pero el actual desencanto por la 4T aún no será suficiente para sacarlo del poder, según el pronóstico de la mayoría de las encuestas serias publicadas.
Pero pasado un tiempo y con la experiencia de sucesivas alternancias en el gobierno, nos convencerán de que en el fondo todos los partidos cumplen un mismo papel y terminan convirtiéndose en lo mismo: maquinarias de recolección de votos al servicio de la camarilla gobernante. Eso nos debería llevar a preguntarnos por el papel que cumplen los partidos en el actual sistema político en la modernidad capitalista. Y al buscar esta respuesta quizá podamos tratar de explicarnos la decepción profunda que existe por el actual sistema político.
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