Elección Jalisco 2021: batalla de encuestas
A menos de una semana del inicio de las campañas político electorales en México y Jalisco (4 de abril al 2 de junio), estamos inmersos en una batalla de encuestas. Las campañas políticas son un negocio multimillonario que desborda por mucho el presupuesto destinado a los partidos políticos; irónicamente, algunas de las empresas que florecen con mayor facilidad desde muchos meses antes de las campañas, son las que elaboran los famosos estudios de opinión.
En el ámbito político y electoral, las encuestas se posicionaron desde hace un par de décadas como los instrumentos preferidos para “medir” la realidad y las posibilidades que tienen figuras públicas y sus equipos. Durante el sexenio de Vicente Fox Quesada (2000-2006), se afianzó esa prácticamente que, efectivamente, si se aplica con rigor, permite a una autoridad o a un aspirante, percibir con mayor rigor qué opinan las personas no sólo en materia de preferencias electorales, sino también respecto de políticas públicas y determinaciones de gobierno o legislación que pueden ser controversiales o políticamente muy costosas.
El mayor problema derivado de esto, es que los “expertos” y mercadólogos políticos han usurpado las funciones que corresponderían a funcionarios responsables, y dan forma a mensajes y lenguaje para hacer creer a la ciudadanía que una determinación de autoridad o una campaña política, son justo lo contrario de lo que es socialmente rechazado.
En otras palabras, la herramienta que inicialmente -con el uso de la estadística- permitió percibir con mayor certeza la realidad, se ha transformado ahora en una forma de manipulación que encima, se paga con recursos de origen público o bien, con dinero privado que resulta en acuerdos secretos que privilegian las élites políticas y económicas. Un círculo vicioso que se prolonga indefinidamente.
¿Qué hay diferente con la utilización de estos recursos en la actual coyuntura electoral? Si fuera posible medirlo, podría decirse que la euforia de las encuestas se profundizó, en detrimento de los intereses comunes; favorecen más los objetivos de grupos de poder.
La muestra más clara y además, justificada desde el ejercicio de gobierno, son las famosas encuestas realizadas por el Partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) para elegir a sus candidatos a diferentes cargos. Esta práctica que, aparentemente llega para quedarse y seguramente copiarán otros partidos políticos, se realiza en total secrecía, sin transparencia y en perjuicio de las prácticas democráticas que durante décadas se han exigido a los institutos políticos.
¿Qué es lo que tanto reclaman los ciudadanos al repudiar los procedimientos partidistas? Que sean las dirigencias las que determinen, por conveniencia y negociación interna, a quienes serán candidatos y candidatas. Con la práctica de sus encuestas, Morena pasó de la elección de candidaturas en una tómbola, a imponer a los candidatos “que el pueblo” quiere, mediante una encuesta que no hacen pública y para la que contratan a las empresas de su preferencia.
Esta nueva práctica se solidifica mientras prevalecen otros mecanismos más añejos, como las “candidaturas de unidad”.
¿Cómo calificar qué procedimiento es más conveniente? Sencillo: revise usted quién es la candidata o el candidato que aspira a ser su alcalde o su diputado (a).
¿Hemos mejorado?
Lo que sí hay es una guerra de encuestas.
jonasn80@gmail.com / @jonasJAL