El valor de la prensa escrita
Le preguntaron a las y los jaliscienses: ¿cuál es el principal medio de comunicación que utilizas para informarte de las noticias electorales o políticas? La respuesta me pareció dramática.
El 48% se entera por la televisión; el 40% a través de las redes sociales; el 4% acude a portales web de noticias; el 3% prefiere la radio y sólo el 0.9% los periódicos.
Hay que interpretar con cautela este estudio del IEPC Jalisco porque pregunta sobre “noticias electorales y políticas”. No obstante, el resultado atiende más o menos al patrón general de consumo de noticias en México.
La TV y las redes sociales, según la mayoría de estudios, son las principales fuentes de información, luego en menor medida la radio y al final la prensa escrita. Sin embargo, la prioridad que la audiencia da a estos medios es inversamente proporcional a su aporte al debate público. Me explico.
Primero necesitamos desmontar un mito. La idea de que nos informamos mayormente a través de las redes sociales. Cuántas veces he escuchado la expresión: “Ya nadie lee periódicos, yo me informo en redes sociales”. Hay un error de apreciación en esa creencia.
¿De dónde crees que salen gran parte de las noticias que lees en redes sociales? De los medios de información tradicionales. Google, Facebook e Instagram sólo distribuyen el contenido que la prensa produce.
Ahora, ¿quién genera la mayor parte del contenido original como los reportajes e investigaciones? La prensa escrita.
Hace unos años leí un estudio sobre la prensa en EU que hablaba de cómo los periódicos en ese país, a pesar de representar la cuarta parte de los medios informativos, producían la mitad de los reportajes originales que después replicaban las redes, la TV y la radio.
Por su naturaleza, la prensa escrita tiende a un mayor rigor y análisis -claro que también hay muy deshonrosas excepciones- porque escribir correctamente exige pensar correctamente.
Basta revisar las agendas de tres diarios locales en las últimas semanas: aumento del huachicol, mala calidad del aire, desafíos ante la sequía, impunidad en feminicidios, subsidios millonarios a transportistas…
Todos son temas al margen del comunicado gubernamental o eco de la declaración política del día. Estas investigaciones muchas veces interpelan o cuestionan justamente las versiones oficialistas de la realidad.
Los ataques a la libertad de expresión, la mayoría de las veces, ocurren por lo que el periodista escribe. La privación ilegal de la libertad de nuestro compañero Jaime Barrera fue por sus columnas, por lo que escribe en este espacio. No por lo que dice en sus programas de TV o radio.
Quienes aseguran que no leen periódicos se equivocan. Muchas veces leen, escuchan, ven y comparten en sus redes sociales lo que periodistas profesionales investigan. También la TV y la radio generan contenido original pero por su naturaleza tienden más a la inmediatez y una menor profundidad.
Por eso los gobiernos invierten la mayor parte de la pauta oficial en las televisoras y las redes sociales. Son excelentes plataformas para replicar un mensaje unilateral. Pero como ciudadanos -lo digo como juez y parte- debemos entender el valor de la palabra escrita que tan a menudo pasa desapercibido.
¿Cómo fortalecer y revalorar a nuestra prensa escrita? Mañana algunas ideas.