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El suicidio de Yahir

Yahir, un estudiante de tercero de secundaria, era víctima de violencia en su escuela, donde otros adolescentes lo agredían, lo “bulleaban”. Su familia quiso cambiarlo de plantel, pero les sugirieron esperar a que concluyera el periodo de evaluación. Eso tomaría un mes. La fecha no llegó, Yahir se suicidó.

Su muerte es una tremenda y grave alerta, tanto para los padres de familia como para las autoridades educativas, de que algo no está funcionando en la prevención y atención de la violencia. Es un asunto que no podemos ni debemos minimizar. 

¿Qué debe hacerse cuando se identifica que un estudiante es acosado y lastimado por uno o varios compañeros? Ya sean de la comunidad escolar o fuera del plantel, a los violentadores se les tiene que poner un alto de inmediato. No pueden tolerarse ni mucho menos consentirse ningún tipo de agresión, ya sea física o verbal.

En la secundaria, ubicada en Lagos de Moreno, queda claro que o no hubo protocolos para abordar un asunto de violencia dentro del plantel o, si los hubo, estos no fueron efectivos. Yahir murió la semana pasada.

“Yahir se quitó la vida al parecer después de haber sufrido acoso escolar, situación que estamos investigando profundamente para deslindar responsabilidades”, dijo a través de sus redes sociales el secretario de Educación, Juan Carlos Flores Miramontes.

“A partir de hoy estamos reforzando la atención necesaria para que estas circunstancias que vive un joven, ya sea por acoso, bullying, desprecio, indiferencia o cualquier otro tipo de violencia que atente contra su dignidad no lo vamos a permitir”.

¿Y qué pasará con los adolescentes victimarios, esos que lo agredían? ¿Qué debemos esperar de este tipo de pubertos a quienes no les han puesto límites o trabajado con su agresividad? ¿Qué estarán viviendo o aprendiendo en casa para comportarse así? 

Como sociedad, no se puede fingir ceguera ante estos casos ni minimizarlos o verlos ajenos porque no se trata de alguien cercano… El acoso escolar es algo que podría estar padeciendo cualquier niño o niña y que existe en escuelas públicas y privadas; no se trata de un asunto de nivel socioeconómico o edad.

“Este tipo de violencia es relevante porque afecta negativamente a la víctima, disminuyendo su autoestima y confianza, lo que puede conllevar a que padezcan de frecuentes estados de ansiedad, depresión, autoagresión e incluso conducir al suicidio”, advierte la UNICEF.

Es responsabilidad de las autoridades escolares garantizar un ambiente adecuado para la educación y el desarrollo de la infancia y la adolescencia, para que sean espacios donde puedan sentirse a salvo y tengan experiencias enriquecedoras para su crecimiento socio-emocional.

Como personal educativo es responsabilidad saber qué hacer ante un caso como este. No se puede ser ajeno cuando sabes que se está hiriendo o lastimando a otro infante o adolescente. Ninguna escuela ni familia debe proteger a ningún agresor. Y como padres tampoco se puede ser omiso ante hijos o hijas con problemas de conducta.

No se trata sólo de enseñar a nuestros hijos e hijas a defenderse de otros niños o niñas… el tema va mucho más allá. El bullying tiene que parar, y no así, como sucedió con Yahir.

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