El suicida, el obediente y el silente
Traer al general Cienfuegos y no juzgarlo en México sería casi un suicidio, dijo el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard. Y nada, que el Presidente le puso la soga, le hizo un nudo y en un acto difícil de entender desde el punto de vista de la relación con los Estados Unidos, totalmente lógico en la relación de López Obrador con su gran aliado, el Ejército, la Fiscalía General de la República exoneró, sin mediar juicio ni investigación, al exsecretario de la Defensa de toda acusación con la ya sabida argumentación de que no había elementos de prueba.
Por supuesto que el Gobierno de Estados Unidos tiene claro que fue una decisión del Presidente, pero el canciller, el mismo que había aplacado la ira de Trump y convencido, en un acto sin precedente, al Departamento de Justicia de entregar, sin previo juicio de extradición, al general para juzgarlo en México, quedó anulado de un plumazo. En adelante la palabra del secretario Ebrard tendrá para sus homólogos estadunidenses el mismo valor que un bilimbique firmado por Pancho Villa. Suicidio consumado.
En una sola decisión, el Presidente anuló a tres funcionarios, todos reemplazables, todos dispuestos a obedecer.
El otro que quedó absolutamente anulado (la verdad ya estaba, sólo confirmó su posición) fue el fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero. La hoy llamada Florería General de la República solo dio a conocer el comunicado, pero el fiscal, supuestamente independiente, no ha salido a explicar una decisión tan compleja, con tantas implicaciones y sobre todo tan delicada en la relación de cooperación con las agencias estadounidenses. Gertz no ha dicho esta boca es mía, porque ya ni la palabra es suya. El silencio del fiscal dice muchas cosas, se puede interpretar como que le impusieron una decisión desde Palacio Nacional hasta que le importa un comino la opinión pública y en medio cualquier cosa, pero tristemente ninguna de ellas hace suponer que el fiscal es independiente y está haciendo justicia.
La forma más rápida y certera de saber si hay o no algo de veracidad en los dichos de la DEA es que la siempre atingente Unidad de Inteligencia Financiera de Santiago Nieto hiciera una investigación a fondo de las cuentas el general. Si es cierto que pedía que le enviaran “melones”, como dicen los supuestos comunicados interceptados entre el H2 y “El Padrino”, el dinero debe tener huella. Pero Nieto tampoco está al servicio de la justicia, sino del proyecto de la Cuarta Transformación que pretende el Presidente. Cada vez es más claro que él está ahí para hacer política, para darle al Presidente parque para combatir a sus enemigos. No olvidemos aquella declaración donde él mismo reconoció que su jefe no era, aunque formalmente así aparezca en el organigrama, el Secretario de Hacienda, ni tampoco se coordinaba con el fiscal, sino que él reportaba directamente al señor de Palacio.
En una sola decisión, el Presidente anuló a tres funcionarios, todos reemplazables, todos dispuestos a obedecer, pero sobre todo dejó claro que la lealtad de las Fuerzas Armadas al Presidente se paga con la lealtad del Presidente a las Fuerzas Armadas.
diego.petersen@informador.com.mx