El secreto de la plomería: la política
La clásica división de poderes del Gobierno en el Estado Moderno, el cual se compone de territorio, población -no pueblo malo ni bueno ni inmigrantes o emigrantes-, porque su calidad jurídica es otra cosa y Gobierno en todas sus manifestaciones, es entre el Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Donde al Ejecutivo le toca principalmente -porque también legisla y juzga algo muy poco a su rango y con los otros pasa algo parecido- aplicar la norma. Vigilar y sancionar. Seguridad pública, impuestos, etcétera. Pero con el desarrollo tecnológico, sumado creo yo al poder significante de la Jefatura del Estado aunada a dicho poder, se han creado a través de muchos años y esfuerzos, entes constitucionales autónomos cuyas funciones son eminentemente ejecutivas. Ahí donde la Constitución ha considerado encapsular esas facultades, para darles autonomía, ya sea además de lo tecnológico, por precaución política o límite bien pensado y/o su ultraespecialización técnica, lo ha hecho. Son como diez y se me perdió la lista. Y son tan importantes cada una. Como la electoral.
Aún dentro del Ejecutivo (y en cada uno de los poderes) hay toda una distribución legal y como les decía, los ejecutivos tienen funciones legales y jurisdiccionales relativas, muy pocas, salvo por ejemplo el tribunal administrativo sí son trascendentales al igual de los agrarios, por ejemplo. Es imposible un solo hombre, en un país tan grande como el nuestro. Hay dentro de la federación, los estados y los municipios descentralizados, desconcentrados, fideicomisos, y una cantidad de formas públicas, la mayoría no hechas a lo menso. Yo no veo a López Obrador como un ingeniero institucional.
Pero la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) ni las locales juegan en esas ligas. Solo emiten recomendaciones. Es el Gobierno contra el Gobierno -en presupuesto pero no en intención-, pero la CNDH solo puede dar recomendaciones, repito. Las cuales se pueden o no acatar por el Gobierno en todos sus ámbitos. Voy a utilizar una palabra. No tan propia -porque ha llegado a extremos de su desgaste- en éstos tiempos: MORAL. La CNDH y todas sus transformaciones son algo así -o eran- como un respaldo contra la arbitrariedad. Y solo de carácter moral.
En algunos casos ha tenido mejores resultados de los tenidos por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). Lo cual siempre ha competido de alguna forma. Una con jurisdicción estorbosa para algunos.
Pero la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) ni las locales juegan en esas ligas.