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El que nunca tuvo al INE y hoy lo quiere tener, loco se puede volver

Coincidente con los hechos ocurridos en el mundo de la política en nuestro país desde hace por lo menos 30 años, y que a la fecha no dejan dormir al Presidente Andrés Manuel López Obrador, pero que le sirven de inútil pretexto para no cumplir con las promesas de sus campañas en prácticamente ninguno de los rubros en los que su Gobierno debiera de dar resultados, ahora se ha metido entre ceja y oreja desaparecer al Instituto Nacional Electoral (INE) -hasta en tanto no sean sus seguidores quienes controlen sus acciones-, con el pretexto de que éste no cumple con la ley, y por el contrario, conspira en contra de su mandato y el partido político oficial.

Todos los días y desde muy temprana hora, el Ejecutivo federal los dedica a culpar al pasado de todo los problemas que no ha podido -¿acaso querido?- resolver en beneficio del pueblo de México. Habla de los personajes y de las circunstancias, sin importar si están vivos o muertos, con una falta de respeto digna de una persona sin la más mínima educación y sensibilidad, pues dichos personajes también fueron electos democráticamente, y además tienen familia.

El ahora INE se empezó a fraguar hace poco más de 30 años, y uno de sus pilares emblemáticos José Woldenberg, asegura: “no recuerdo una agresión más alevosa, desinformada, mentirosa y alarmante contra ese instituto, desatada desde la presidencia de la República. Nunca antes un presidente se atrevió a tanto y nunca antes develó un rostro tan autoritario”.

Desde aquel entonces la democracia de México empezó a tomar cierta forma y a ganar credibilidad, al grado de que hoy sus principales operadores son los ciudadanos -los que aceptan el compromiso una vez que resultan insaculados-. Con miles de ciudadanos ejecutando  paso a paso las acciones que demanda la ley electoral y la Constitución Política, por lo que difícilmente alguien puede acreditar falta de democracia en las elecciones, aunque ello no quiera decir que los partidos políticos (todos) y los propios gobernantes, no “se las arreglen” para llevar “agua a su molino”, bueno, ese es un decir, pues ya ven que en Jalisco el agua se ha convertido en un artículo de lujo.

Tiempo, dinero y mucho esfuerzo ha costado a los mexicanos construir la democracia que tenemos, y no se puede destruir por intereses mezquinos.

APUNTE

Es cierto que en Jalisco el IEPC es manejado bajo los intereses de quienes lo gobiernan -vía los diputados que eligen a sus directivos y acuerdos internos- y que en el ámbito federal no se cuecen al primer hervor y designan a sus recomendados para diferentes responsabilidades, pero la credibilidad ganada no se puede echar por la borda por la megalomanía de un dictador encubierto,

cuauhtemoc.cisneros.madrid@gmail.com

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