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El príncipe inútil

Es interesante advertir las diversas publicaciones, sobre todo en el mundo de la literatura, que el término “príncipe” ha inspirado, así: “El Príncipe”, de Maquiavelo, el “Príncipe valiente”, de Foster, “El Príncipe feliz”, de Wilde, el “Príncipe idiota”, de Dostoievski, o “El principito”, de Saint-Exupéry, entre otros.

Estas producciones se han orientado a destacar vicios o virtudes de quienes han ejercido el principado a lo largo del tiempo. De suyo el término solamente significa “el primero” o el “principal”, y a diferencia de lo que ocurrirá después, no era un título hereditario sino un galardón obtenido con base a especiales acciones. Príncipe era toda persona que en la batalla o en el liderazgo social había demostrado capacidad y éxito. El que los príncipes genuinos hubiesen luego querido traspasar a sus descendientes los beneficios logrados será el inicio de la degradación del galardón, que ahora era ya un título para heredar por el solo hecho de ser hijo de alguien que sí se lo había ganado.

Si combatir con lealtad, honestidad y valentía o liderar con inteligencia y visión hacía acreedor a una persona a ser considerada “primera” o “principal”, ahora el título heredado podía mantenerse con base a otros recursos, así lo denunció Maquiavelo, cuya descripción de los príncipes de su tiempo contrasta ampliamente con el concepto manejado por Foster en la zaga del Príncipe valiente.

Hasta ahora no conozco algún trabajo titulado “El príncipe inútil”, pero sería aquel que usa a Maquiavelo para alcanzar el poder, y una vez que lo logra lo tiene por triunfo...

Contrasta desde luego con el Príncipe idiota, ya que más que idiota se trata de un personaje ingenuo, cuya honestidad y bondad es entendida como idiotez por parte de una sociedad acostumbrada a las argucias de la intriga, por así decir, a los principios del maquiavelismo. En esa misma línea estaría el cuento del Príncipe feliz, capaz de despojarse de sí mismo en favor de los necesitados.

Hasta ahora no conozco algún trabajo titulado “El príncipe inútil”, pero sería aquel que usa a Maquiavelo para alcanzar el poder, y una vez que lo logra lo tiene por triunfo, con lo cual ya no está dispuesto a hacer otra cosa que vivir del boato y los oropeles que el título acarrea, disfrutar del poder no del servicio, y finalmente dedicarse asiduamente a entorpecerlo todo posponiendo respuestas, ignorando soluciones, huyendo de los problemas, aletargando los procesos, evitando los riesgos del liderazgo, acomodándose en un estilo de principado opaco aunque bien remunerado, inmune a las exigencias de la realidad, regodeándose en la intriga para matar el mucho tiempo libre, bloqueando a quienes sí quieren hacer las cosas, rodeándose de gente cómplice, amasando dinero, con un carácter tan amorfo que le hace incapaz de interesarse por nada.

Tener un príncipe así, llámese rey, presidente, ministro, gobernador, alcalde, o cualquier otro título que suponga el ejercicio de la autoridad, acaba siendo una desgracia para la sociedad, ya que los príncipes inútiles no solamente impiden su desarrollo, sino que provocan retrocesos y pérdidas cuantiosas.

La ventaja de la democracia es que la ciudadanía puede elegir y eventualmente destituir a los príncipes inútiles, claro que para eso se requiere que haya, justamente, ciudadanía, es decir, una sociedad realmente comprometida en ejercer un constante escrutinio sobre las acciones de sus líderes ¿estaremos ya en esa situación?

armando.gon@univa.mx

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