“El primer fiscal para defender a los periodistas”
“Seré el primer fiscal para defender a los periodistas”. Eso me dijo un eufórico candidato a la gubernatura a finales de junio de 2012. De resultar ganador en la elección de ese año, el abanderado de Movimiento Ciudadano, Enrique Alfaro, garantizaría el respeto a la labor periodística y a la libertad de expresión.
Días atrás, el suegro de su rival político, Aristóteles Sandoval, se había liado a golpes con un fotorreportero que lo captó justo cuando agredió a un ciudadano que protestaba en contra de su yerno. Las campañas llegaban a su fin y el tema me pareció pertinente.
Así que le pregunté su opinión sobre ese altercado y las garantías que ofrecía en ese entonces para el gremio. Ciertamente, las campañas llegaban a su fin y el listado de temas a abordar para sacar la nota se agotaba.
Sin embargo, él respondió contundente: “A pesar de que yo puedo debatir con los periodistas, discutir puntos de vista y hablar siempre de frente, por más intenso que sea el momento, siempre los respetaré”.
Ese “los respetaré” ha sido lo último que ha hecho nueve años después, cuando afirmó, después de callar y alzar la voz a una reportera, que su agenda de trabajo no es para los medios. Después de insistir en que hay “periodiquitos”. Después de asegurar que las voces críticas sólo quieren que le vaya mal a Jalisco. Después de frenar entrevistas y argumentar que quien hace preguntas incómodas es un títere de sus jefes… o un “reventador”.
Temas como los de seguridad, las desapariciones, el medio ambiente, la deuda pública, las adjudicaciones directas a sus empresas de comunicación y una larga lista de etcéteras no emanan de un sótano lleno de seres que buscan desarticular lo que él considera que son sus logros de Gobierno. Provienen de ciudadanos interesados en la rendición de cuentas y sí: de profesionales de la comunicación que no buscan el aplauso de la autoridad, sino la confianza de su audiencia.
Como periodistas, a eso nos debemos. Para eso estamos en este oficio que, desafortunadamente, el jefe del Poder Ejecutivo se ha encargado de desprestigiar en cada oportunidad que se le presenta.
El gobernador, es más que evidente, está molesto. Mucho. Pero no sólo con la agenda de medios; lo está con los reporteros “de pie”, esos cuya labor es confrontar y no hacer relaciones públicas. Con los que exigen rendición de cuentas y entrevistas con quienes están constitucionalmente obligados a darnos respuestas.
Hoy, esos funcionarios viven bajo el yugo de una decisión. De la decisión de un gobernador intolerante a la crítica y convencido de que quien se acerca a él con un micrófono, cámara o grabadora en la mano es un enemigo del Estado. Y no podría estar más equivocado.
El interés general de los reporteros es difundir verdades, ventilar omisiones, vigilar gastos, exponer corrupción si es que existe y contrastar las promesas que se hicieron en la etapa de campaña con lo que se hace como Gobierno.
Eso ha pasado con Alberto Cárdenas, con Francisco Ramírez Acuña, con Emilio González, Aristóteles Sandoval, seguirá pasando con él y con quienes le sucedan en el honroso cargo que ostenta. Porque, al menos en la teoría, ese personaje irascible es quien, hoy por hoy, representa a los jaliscienses ante el mundo.
Para dejarlo en claro: lo que se hace desde este lado no es un agravio a la persona; es la razón de ser del periodismo. Que sean las oficinas de Comunicación Social quienes den el discurso oficialista; a nosotros nos toca preguntar para buscar la verdad, y que con eso, la gente exija.
Nueve años atrás, Enrique Alfaro priorizaba su respeto a los derechos de los reporteros “de calle”, pues, dijo entonces, son ellos quienes “se la juegan todo el día”.
No mintió. Los reporteros “de calle” tienen una labor social invaluable. Una que, a diferencia de la oposición que sí aspira al poder, es legítima y merece todo el respeto.
Por ello, por Rocío López Fonseca, por Elsa Martha Gutiérrez, por Iliana Gutiérrez, por María Ramírez Blanco, por Yahaira Padilla, por Lauro Rodríguez, por Martha Hernández y por las y los otros muchos reporteros que han resentido los embates de un gobernador intolerante a las preguntas que sí deben hacerse: muchas gracias por su trabajo.