El presidente y su partido
El presidente Andrés Manuel es un político de profundo cuño y convicciones creíbles, plenamente identificado con un mundo que existe en la realidad, pero no en la dinámica cultural del momento actual. Su mundo es el pueblo deprimido y pobre que por su misma condición no ha logrado llegar al presente, y así, pueblo y presidente se mantienen en el pasado, pero aceptablemente conciliados y mutuamente favorecidos como nunca antes había sucedido.
Para que un líder así lograse finalmente alcanzar la presidencia federal requirió negociar con sus propias convicciones y apoyarse en todo tipo de personas y grupos muchas veces incómodos, a los que difícilmente ha podido sosegar. Añádase a ello, la turba de beneficiarios del partido triunfador que en alcaldías y diputaciones han mostrado su ineptitud y rapacidad. Lo mismo hemos visto en nuestra zona metropolitana, hasta el líder más honesto carga siempre con un partido y un cúmulo de ayudantes que luego buscan sacar provecho indebido por la ayuda brindada, incluso podríamos decir que mientras más amplia es la sombra de honestidad del líder, mayor es el número de corruptos que tratan de lucrar bajo su cobijo.
Pesado lastre del pasado ha sido la mentalidad de choque, la tendencia a calificar y seccionar, tal vez si el presidente hablara menos se apreciarían mejor sus obras, algunas de las cuales serán de notable trascendencia, junto con sus programas sociales que no se han limitado a despensas de campaña, y sí que han sido un alivio para millones de personas en un tiempo especialmente difícil, marcado por una pandemia y una crisis económica mundial.
En un mundo multilateral, tener una mente, un discurso, una acción unilateral ha resultado oneroso y conflictivo, pues en todo, la respuesta del presidente ha sido arrasar para de nuevo plantar, y eso ha costado mucho, en lo político y en lo económico.
Estructuras, programas, proyectos en marcha, seguramente viciados, se podrían haber sanado con un poco de mayor esfuerzo, ingenio y humildad, sin necesidad de querer hacerlo todo de nuevo, y claro, con la propia marca.
Este mismo perfil le ha llevado a querer apagar el fuego que le prenden sus oponentes con baldes de gasolina, el incendio ha sido atroz, pocos presidentes habían sido tan radicalmente atacados prácticamente desde el primer día con una increíble avalancha de falsas noticias, una mezcla repugnante de verdades y mentiras, de alarmismos apocalípticos y una tendencia constante a manipular los resortes religiosos de grupos ya de por sí proclives al fanatismo, no al análisis racional y sensato.
En la década de los setenta del siglo XX, el movimiento estudiantil y las guerrillas perseguían diversas metas, pero no necesariamente los derechos de la mujer, la denuncia de la violencia que se le hace y su condición desigual ante la ley, el acoso, el abuso, y el sometimiento que sufría no parecían inquietar a nadie. No es posible seguir pensando así, por eso mismo el presidente Trump semejaba un cavernícola escapado del pasado, pero con traje y rasurado.
Del modo que sea, al presidente López Obrador le beneficia enormemente el resultado del pasado proceso electoral, era justo lo que le convenía, aún si no lo advierte, aún si él mismo no lo sabe aprovechar.