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El peligro latente del mal uso de las redes sociales

La reciente comparecencia de los principales líderes de las empresas gestoras de las redes sociales ante el Congreso de los Estados Unidos ha dejado al descubierto una realidad preocupante. Algunos de ellos se vieron obligados a pedir disculpas a padres afligidos por la pérdida de sus hijos, ya sea por suicidios impulsados por el ciberacoso o por caer víctimas de la pornografía y la manipulación infantil. 

Las narrativas de dichas comparecencias son desgarradoras. Sin embargo, el impacto negativo de las redes sociales no se limita únicamente al daño infligido a los niños en todo el mundo, sino que también puede desencadenar estragos sociales, como lo observamos en los levantamientos que culminaron en una devastadora guerra contra los musulmanes en Myanmar, específicamente en la región de Rohingya, donde se acusa a las redes sociales de haber facilitado la exaltación de la ira y proporcionado herramientas para la organización de la violencia.

Es innegable que el acceso a la información se ha democratizado gracias al uso de internet y las redes sociales, pero esta democratización conlleva riesgos considerables, especialmente para grupos vulnerables como los niños y las minorías que son objeto de discriminación.

El debate sobre la regulación de estas plataformas está en pleno auge. Con el tiempo, ha surgido un consenso cada vez mayor sobre la insuficiencia de los mecanismos de autorregulación implementados por empresas como Meta, propietaria de Facebook, y otras. Las fallas en estas medidas, como se ve, pueden causar un daño significativo y doloroso a millones de personas.

Un aspecto crucial en este debate es el hecho de que las personas tienden a creer en las fuentes de información antes incluso de formarse una opinión sobre un tema en particular. Los niños creen ciegamente en el contenido que consumen en línea, los ciudadanos pueden sentir que sus identidades culturales están amenazadas y las masas pueden ser fácilmente manipuladas por discursos de odio, teorías conspirativas y calumnias difundidas en línea, tanto por individuos como por bots. Esto ha resultado en tragedias donde menores pierden la vida, minorías enfrentan genocidios y la democracia se ve socavada por el populismo basado en la desinformación.

En todos estos casos, se violan los derechos fundamentales de quienes creen en la veracidad de los contenidos malintencionados difundidos en las redes sociales. Aunque algunos argumenten que las plataformas no son responsables del contenido generado por los usuarios, en muchos casos son el catalizador de un daño grave. La moderación del contenido es crucial para prevenir tragedias, pero surge el debate sobre los criterios “correctos” para llevarla a cabo. Esta no es una cuestión moralizante, sino un dilema ético que enfrenta nuestra civilización, amenazada por el mal uso de los avances tecnológicos que hemos creado.

Las redes sociales se han convertido en la principal fuente de información para la mayoría de las personas en la actualidad. Sin embargo, las empresas que las operan no producen contenido ni información verificada. Estas plataformas están reemplazando gradualmente al modelo de negocio de los medios de comunicación tradicionales, lo que resulta en la pérdida de difusión de información valiosa y verificada. Los nuevos editores son los usuarios que, ocasionalmente, difunden información maliciosa para desinformar y promover la superficialidad en lugar de un debate informado.

Las empresas detrás de las redes sociales deben estar sujetas a un mayor control de contenidos. Aunque muchas de estas empresas tienen códigos de conducta y políticas de moderación, su eficacia ha sido cuestionada. Es hora de debatir un marco general de principios y valores sobre los que estas plataformas deben autoregularse. El consenso sobre la dignidad humana y los derechos fundamentales debe convertirse en la base de la regulación global. Sin embargo, la intervención de las autoridades también plantea desafíos, ya que puede amenazar la libertad de expresión. A pesar de ello, la inacción ya no es una opción. Tanto en Estados Unidos como en Europa, se están tomando medidas para responsabilizar a las empresas que no moderan adecuadamente los contenidos en sus plataformas. Este año, sin duda, veremos una expansión del debate sobre este tema crucial al que debemos prestar atención con suma urgencia. En México es necesario tomar acciones con seriedad.

luisernestosalomon@gmail.com
 

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