El nonagenario está clonado
El villano favorito llegó a los 90 años y no queda claro si festeja o se soba, pero en cualquier caso, hace mal. Burlarse de la debilidad del PRI hoy, reconocer la fortaleza que le resta a ese partido, echarle en cara lo que perdió o brindar por todo lo que aún tiene, es de una cortedad de miras preocupante.
Y es que ver el cumpleaños 90 no es lo mismo que ver los 90 años que tiene atrás. En gran angular pero con un pie en el presente. Como decía Leonora Carrington: con el ojo derecho en el telescopio y el izquierdo en el microscopio.
Entre todos los aburridos planteamientos que hicieron los tricolores con todos los lugares comunes que han masticado hasta el cansancio (fue Peña, fue Salinas, fue el neoliberalismo) rescato la reflexión del ex gobernador de Jalisco, Aristóteles Sandoval, quien hizo un inteligente hilo en Twitter poniendo el acento en los mecanismos políticos del PRI, que no debe verse solo como un partido, sino como el sistema político que fue.
El PRI, dice Sandoval, es un partido en el que se priorizó la institucionalidad sobre el engranaje de la base social. No lo hace explícito porque es un militante prudente, pero todos sabemos a qué se refiere: los tricolores (en campaña, en la oficina, en un Gobierno estatal o en un sindicato) buscaban el favor hacia arriba, en un esquema vertical de colocación que tenía al principal decisor en la cúspide. Más valía estar bien con el jefe que con la gente. Así se hizo la historia mexicana de 90 años, así se tomaron decisiones económicas, así se tomaron decisiones de infraestructura, así se contrató obra, así se negoció con otras fuerzas.
En otra sintética pero pertinentísima línea de Twitter, el ex mandatario advierte que el tricolor debe aprender a reconocer que sí fue conservador. Pero Sandoval va más allá de una política económica y ve el bosque: el PRI defendió el status quo mexicano y durante mucho tiempo blindó su carácter hegemónico.
Por último, el ex mandatario habla de la obediencia. Esa que carcomió al partido, fortaleció las cúpulas doradas nacionales, encumbró líderes sectoriales y destruyó la capacidad de la organización para reinventarse. No lo dice así, que conste, pero lo reto a que me desmienta o me diga que está hablando de otra cosa.
Me quedo con eso de la reflexión de Sandoval y ya no lo sigo en su búsqueda de una salida, porque lo que ha puesto sobre la mesa es aterrador. Los tres elementos a los que alude -la verticalidad en las decisiones, el blindaje a su papel en el status quo y la obediencia- hicieron al partido un animal poderoso y perverso que torció la vida pública. Que haya perdido el poder no es lo relevante. Lo que es aterrador es que el nonagenario se haya clonado, que la verticalidad, el blindaje y la obediencia estén sanos y fuertes 90 años después, afilados y mejorados, en otro cuerpo político.