El material de los sueños: la exposición de Guillermo del Toro
“El Museo de las Artes es un lugar que ha formado parte de mi vida, porque yo viví de niño en las calles Pedro Moreno y Robles Gil. Fui al Colegio Unión y el Expiatorio me formó muchísimo en cuanto a la idea de lo gótico...”
Quien no haya visto la exposición: córrale. Todavía estará en octubre.
No importa no ser aficionado al cine de terror, ni haber visto pocas películas de Guillermo del Toro. La muestra en el MUSA, la antigua Rectoría de la UdeG, es digna, por donde se le vea, de estar en cualquiera de los mejores museos del mundo. Sin exagerar.
Por supuesto que toda la exposición se vertebra alrededor de la carrera cinematográfica del director, pero la desbordan por todos lados una visión y una sensibilidad que van mucho más allá. Es cierto que las piezas centrales y que más llaman la atención a la mayoría de los visitantes son los monstruos y las piezas de decoración y utilería que remiten a los fans más aplicados a una u otra de las películas. Pero, fan o no, hay que darse tiempo para ver lo que rodea esas piezas y pensar a todo lo que remiten, a las miles de referencias, cultas o populares, universales o personales, del director y del curador de la exposición. ¿Por qué están ahí los infiernos barrocos de la pinacoteca de la Profesa y primeros ejemplares de las obras de Kircher de la Biblioteca del Estado? ¿Qué tienen que ver la fabulosa Bruja de Goitia o los dibujos de Ruelas con los del extraordinario Chango García Cabral? Porque aparte de la colección del propio Guillermo, más de 40 instituciones prestaron piezas de primera calidad: Orozcos, Riveras... pero también está el heroico y destartalado puesto de periódicos de la esquina de Pedro Moreno y Robles Gil, afuera de la frutería de Liborio.
La exposición tiene mucho de set cinematográfico o de museo de cera; se ven las manos y los ojos combinados de Del Toro y Eugenio Caballero, el curador, oscarizado por El laberinto del Fauno y director de arte de Roma. El vestuario de la fantasía gótica Cumbre escarlata (Crimson Peak) es digno de Visconti. El escarabajo dorado de la entrañable Cronos es una preciosidad. La animación sonora, la iluminación, son tan importantes aquí como en el cine. Esmeradas e impecables.
Pero hay también muchísimas cosas que sólo se le pueden haber ocurrido a un tapatío que creció por estos rumbos. En una habitación donde siempre llueve está sentado Edgar Alan Poe. Es igual al cuarto donde escribe Guillermo en su casa-museo-estudio dickensianamente llamada Bleak House, donde puede imaginarse una tormenta tapatía (que no hay en Los Ángeles) y calles que bajan como torrentes hasta la Calzada.
Después del largo recorrido, como epílogo, están las dos secciones más modestas pero quizá más cruciales: las libretas de Del Toro en versión electrónica que pueden hojearse y una mesa de biblioteca, con sus lamparitas verdes, con ejemplares de sus libros fundamentales. Una discreta muestra de la increíble capacidad de trabajo y de las raíces profundas de una cultura que ha llevado a la creatividad.
¡Cómo le hubiera gustado a Emilio García Riera ver esta exposición!