El más brutal de los desafíos del narco
El 7 de julio de 2015, un día después de que el gobernador Aristóteles Sandoval le aceptó su renuncia como fiscal general, Luis Carlos Nájera me dijo en una entrevista radiofónica que “los amigos son de mentiras, pero los enemigos para siempre”.
“Me voy satisfecho por el deber cumplido; estoy convencido que di mi mejor esfuerzo y ahora no nos queda nada más que pedirle a Dios que nos cuide y que no permita que esa gente que quiere dañarnos, pues lo logre”.
El lunes pasado uno de esos enemigos, que el propio gobernador ubicó como parte del cártel del narco que domina Jalisco, en clara referencia al grupo que lidera “El Mencho”, le envió un grupo élite de sicarios con indicaciones de acabar con él al salir de una comida a la que fue en su carácter de secretario del Trabajo, cargo con el que lo reintegró a su Gobierno el propio Aristóteles Sandoval hace tres meses.
Ayer, ya despachando en su oficina de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, Nájera me dijo, también en radio, que se trataba del más grave atentado y situación de riesgo que había vivido luego de sus casi 30 años de policía, trayectoria que vio suspendida justo en julio de 2015, cuando salió de la Fiscalía que él mismo creó.
Como secretario de Seguridad del pasado sexenio que encabezó el panista Emilio González Márquez, paradójicamente fue a Nájera al que le tocó enfrentar el primer narcobloqueo que se registró en la historia de Jalisco en enero de 2011. Fue un ataque solitario que bloqueó la Carretera a Chapala con el incendio de un tráiler y otros vehículos. Dos semanas después, volvieron las agresiones a la comunidad con ataques simultáneos de entre siete y 10 eventos violentos, entre granadazos a cuarteles de policía y a una agencia de autos nuevos, vehículos incendiados y ráfagas a automovilistas en distintos puntos de la ciudad que causaron alarma y pánico a quienes estaban en las calles y en sus casas. Esa ocasión, los responsables eligieron como símbolo de su llegada a la ciudad para crear terror, incendiar un midibús en el Puente Matute Remus, recién inaugurado.
Desde ahí, los desafíos del narco a todas las autoridades del Estado Mexicano en Jalisco han escalado. Como el ocurrido en mayo de 2015 cuando los narcobloqueos se dieron en el Área Metropolitana de Guadalajara y en varios puntos del Estado y derribaron un helicóptero del Ejército en el que murieron todos sus tripulantes. La jornada de narcobloqueos del lunes no fue la más grande, pero sí la más brutal y cruel. El bebé Tadeo, quien murió por las quemaduras que sufrió en el camión que viajaba con su mamá e incendiaron los sicarios, quedará ahí como el nuevo mártir de una estrategia fallida de seguridad, podrida por la corrupción y la complicidad que permite a la delincuencia atropellar a los ciudadanos cuando se les antoja.
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