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El legado de AMLO

Todos los plazos fatales tienen su término y el de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) llegó no sólo como presidente de México, sino como el líder político más carismático y fuerte de la historia moderna del país. Aunque sus detractores dudan de sus palabras, creo que el tabasqueño es sincero cuando anuncia que se retirará de la vida pública del país. Llegamos pues al país sin AMLO o al menos como acostumbró a la vida política del país en los últimos años: a la agenda política marcada antes como líder opositor y luego como presidente emanado de un partido autonombrado de izquierda.

No creo que las mañaneras de Claudia Sheinbaum Pardo sustituyan el ejercicio de comunicación política que López Obrador hacía cada conferencia de prensa mañanera. Y tampoco creo que Sheinbaum quiera repetir el ejercicio del ahora ex presidente. No podría. Se va López Obrador a su retiro a La Chingada, su rancho en Palenque, Chiapas y obliga preguntarse sobre el legado que deja. Será difícil encontrar el juicio equilibrado debido a la polarización que su figura concita.

Pero incluso entre algunos de sus críticos hay consenso de que López Obrador se va como el presidente más popular y poderoso de la historia moderna de México. Ni Peña, ni los panistas, ni Zedillo acumularon tal poder. Carlos Salinas de Gortari sí fue un hombre poderoso, pero detestado tanto fuera como dentro de su partido. AMLO se va con la desaprobación de casi 30 por ciento de la población, pero más de 70 por ciento de quienes creen que hizo un buen gobierno, que fue honesto y que cumplió la mayoría de sus promesas de gobierno.

A lo largo de más de 35 años de carrera política, iniciada en el PRI y seguida en el PRD, terminó haciendo la hazaña de formar un partido apenas en 2014 y diez años después ya tener la presidencia, la mayoría calificada en el Congreso de la Unión, el poder en 24 entidades de la república y, la cereza en el pastel, la autorización para reformar al Poder Judicial. Nunca antes, admiten sus críticos, un presidente de la historia moderna había concentrado tanto poder. 

A las promesas cumplidas dedicó López Obrador su última mañanera. Entre sus logros que presumió, reconocidos incluso por opositores, están los avances en temas sociales y laborales. La principal medalla que destaca es que 9.5 millones salieron de la pobreza, que se aumentó más de 110 por ciento el salario mínimo sin provocar inflación, así como cifras históricas de creación de empleos.

López Obrador sostiene una y otra vez que ya se cambió el modelo neoliberal, pero sus resultados macroeconómicos serían la envidia de los tecnócratas neoliberales: aumento de la recaudación, primer sexenio en 50 años sin devaluación, cifras récord de inversiones extranjeras, un aumento considerable de las ganancias de la banca privada, aumentos sostenido del indicador de la Bolsa de Valores, y aumento significativo de las fortunas de los grandes millonarios, como Carlos Slim, gracias en parte a los contratos de los grandes megaproyectos como el Tren Maya. 

López Obrador intenta convencer de que su estrategia de seguridad fue exitosa al reducir la mayoría de los delitos y llevar a la baja la tendencia de homicidios dolosos. Nadie se lo compra como triunfo: 200 mil homicidios son muchos muertos como para festejar algo. 

Y deja un grave pendiente en el combate a las desapariciones con 116 mil personas ausentes, 45 por ciento en su sexenio, así como una crisis forense de proporciones mundiales con 72 mil cuerpos sin identificar. Incumplió promesas como resolver la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa o llevar verdad y justicia para las víctimas de la Guerra Sucia y otras graves violencias estatales. Al final, y esta es una de sus grandes contradicciones y un legado que le deja a Claudia Sheinbaum, decidió proteger su alianza con los militares que resolver estos casos emblemáticos de desapariciones y represiones estatales. 

Más allá del personaje y de sus políticas, falta una evaluación más crítica del papel en el que deja a México en el conjunto del moderno sistema mundial capitalista. Mirado desde ahí, curiosamente López Obrador hizo un mejor papel que los neoliberales para adecuar a la sociedad mexicana a las nuevas necesidades y reconfiguraciones del capitalismo mundial. Esto es materia de otra columna. 

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