El juego que todos jugamos
El ruido mental viene de todas partes, habrá quien lo niegue, pero lo escucha; lo importante es saber qué hacemos con él: la rutina pesa y cansa, nos volvemos intolerantes y puede relucir nuestra peor versión: ese “Lado B” que nos convierte en el “Mr. Hyde” que nadie quiere ver, pero todos llevamos dentro. ¿Qué tan capaces somos de controlarlo?
Los últimos 18 meses nos han puesto a prueba en un juego cuyas reglas se escriben sobre la marcha. Nada nuevo hay bajo el sol, pero aprendimos a sortear los desafíos cuando ya los teníamos encima: la enfermedad y sus secuelas, el desempleo, la ansiedad, la tolerancia a la frustración, la capacidad de sobreponerse a la pérdida y entender que la realidad era otra, o la misma con otro rostro, porque pese al confinamiento, la violencia no cesó; por el contrario, las llamadas de emergencia evidenciaron que los agresores no sólo estaban afuera: estaban en casa y ese clima despertó un desequilibrio emocional que sigue latente, el mismo que ha reportado un despunte en las cifras más desalentadoras.
A nivel global aproximadamente 350 millones de personas padecen depresión, y sólo en Latinoamérica 16 millones de adolescentes entre 10 y 19 años sobrellevan este padecimiento. De acuerdo al reporte 2020 del INEGI, el año pasado se registraron casi ocho mil defunciones en México por lesiones autoinflingidas, de ellos el rango de mayor incidencia se encuentra entre los 18 y 29 años, por ello no es de sorprender que el suicidio se encuentre en el cuarto sitio entre los decesos de jóvenes y adolescentes. Y justo por eso merece la pena considerar qué estamos haciendo por nuestra salud mental. Hay quien pone un freno a tiempo y da el ejemplo como Simone Biles, la gimnasta estadounidense que prefirió abandonar los Juegos Olímpicos de Tokio antes de que el desequilibrio fuera lamentable dentro y fuera de la competencia.
¿Prestamos suficiente atención a lo importante, o sólo nos enfocamos en lo urgente? Todo urge y todo apremia, nada parece suficiente, por ello la ansiedad es un trastorno que ha ganado terreno y puede escalar hasta un punto de no retorno, en el que nuestras acciones afecten a terceros, a los que viven en nuestro techo, a los que formamos y dependen de nosotros. El pasado 10 de octubre se conmemoró el Día Mundial de la Salud Mental y médicos, políticos y celebridades pusieron de manifiesto la importancia de los programas de apoyo y líneas de orientación. A nivel local contamos con el Instituto Jalisciense de Salud Mental (SALME), una voz de ayuda.
Hace unos días la noticia del suicidio de una adolescente de tan sólo 15 años que se arrojó del tercer piso del estacionamiento de un centro comercial capitalino me hizo pensar qué pudo pasar por la cabeza de una niña para fugarse de esta vida, cuando minutos antes se divertía con su familia. Esa respuesta no la recibirán sus padres. No hubo focos rojos, nada que lo viera venir, pero Monserrat ya no está aquí.
¿Acaso estamos sobreexpuestos a contenidos visuales que fomentan la ansiedad? ¿Tenemos demasiadas ventanas abiertas? ¿Estamos normalizando la violencia gratuita, ésa que llega con sólo seleccionar un título o ponerle “play” a un contenido? Posiblemente, por ello no es de extrañar que series como “El juego del calamar” en la plataforma de Netflix se ubique como la serie más exitosa de los últimos tiempos desde su estreno el mes pasado, y haya quien disfrute el drama de cómo un grupo de personas se juega la vida, como sucediera una década atrás en “Los juegos del hambre” y sus secuelas cinematográficas (2012-2015) basados en las novelas de Suzanne Collins. Espectadores del Circo Romano.
Es momento de considerar qué clase de jugador queremos ser, cómo alimentamos nuestra mente y cómo filtrar ese ruido que llega para mantener el equilibrio interno. ¿Cómo te sientes hoy?
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