El infierno en la infancia
El Premio Nobel de Economía, James Heckman, lo planteó claramente desde hace años: la medida más eficaz para combatir la desigualdad social y lograr cambios que saquen a la gente de la pobreza es invirtiendo en la infancia. Una estrategia que está tan lejos de la realidad.
Esta última semana las historias de terror que vivieron niños y niñas se volvieron noticia. Atestiguamos lo más abominable que puede haber del ser humano, sacando a flote la podredumbre: los asesinatos de quienes apenas comenzaban a vivirla. Ninguno pudo defenderse ni pedir ayuda, ¡porque eran apenas unos niños, carajo!
A Eugenia, de 5 años y su hermano de 7 años, los asesinó un vecino, después de abusar de ella; dicen que los pequeños habían salido a buscar comida, mientras sus papás volvían. En otro escenario igual de escalofriante, a Fátima Yareli la enterraron en el patio de su casa, apenas tenía 9 meses de nacida; su mamá y su padrastro ya están detenidos. Y en un paraje distinto a Dylan Arturo, un bebé de tan solo 6 meses, lo hallaron muerto después de que se lo llevó su padrastro.
Son historias crueles e inhumanas, en contra de niños y niñas que nacieron en entornos y condiciones tan vulnerables que terminaron siendo infiernos. Eugenia, Fátima y Dylan son el reflejo de miles de infantes con quienes se tiene una gran deuda, que podría comenzar a saldarse con programas y políticas públicas que les permitan crecer y desarrollarse en ambientes sanos… que les permitan crecer y no ser asesinados.
Todos ellos murieron en esa etapa en donde Heckman plantea que puede hacerse la mejor inversión social, cuando se les debe voltear a ver e incentivar las habilidades sociales que les auguran éxito en la escuela, en su salud y en su vida en general. El economista ha planteado que invertir en programas integrales para niños y niñas de entre 0 y 5 años de edad -cuando el cerebro se desarrolla rápidamente y es más maleable- garantiza un mayor impacto de las políticas públicas. Qué distante de lo que viven miles de infantes.
Ha sido abrumador conocer la historia de cada uno de estos pequeños y pequeñas. Es el reflejo de la impunidad y la desigualdad, pero también de la violencia que se vive dentro de miles de hogares. La Unicef estima que en México 6 de cada 10 niños, niñas y adolescentes han sufrido métodos de disciplina violenta por parte de sus padres, madres, cuidadores o maestros. Y eso incluye desde los manotazos, las nalgadas y los gritos, que podrán hacer que los infantes obedezcan, pero los daños emocionales a largo plazo son imborrables. Y en los peores escenarios acaban con su vida.
Cómo falta voltear a ver la infancia, no sólo con compasión y amor (¡que tanta falta hace!) sino también para garantizar que crezcan en entornos que les permitan cambiar el infierno que miles de ellos están viviendo hoy.