Ideas

El indispensable cambio cultural

“Cuando al fin tuve la respuesta, me cambiaron la pregunta”

Carlos Monsiváis

Quisiera compartir una serie de reflexiones relacionadas con las interesantes ideas planteadas por mi amigo y asesor David Konzevik, en sus conferencias sobre su visión de México, considerando que la formación de nuestros jóvenes es la piedra angular de nuestro futuro.

Desde el punto de vista de Konzevik, lo que México necesita es una verdadera revolución cultural. Esta revolución se refiere a aspectos como la cultura de la legalidad, esfuerzo y riqueza, educación, familia y la urgente necesidad de fortalecer una cultura emprendedora para aumentar nuestro capital empresarial. Veamos.

Cultura de la legalidad

En el mexicano existe una visión del mundo que no nos permite progresar, pues se considera que la ley es flexible y está hecha para proteger al poderoso. Esta concepción hace imposible que la cultura de la legalidad eche raíces y sin el llamado imperio de la ley, un verdadero estado de derecho, es muy difícil que los negocios y el resto de la economía funcionen.
De acuerdo con el finado economista Rüdiger Dornbusch, el problema de América Latina es que “los países desarrollados tienen leyes flexibles de aplicación rigurosa, mientras que los países latinoamericanos tienen leyes rigurosas de aplicación flexible”. Una frase muy acertada sobre nuestro marco institucional. Para agravar la situación, en México no tenemos una justicia expedita, situación que durante muchos años fomentó la corrupción y la deshonestidad.

Esfuerzo y riqueza

Otra clase de problemas tiene que ver con el “derrotismo” de la gente. Muchos mexicanos consideran que los “contactos” son fundamentales para progresar y que el esfuerzo y la dedicación poco importan para avanzar en un esquema de compadrazgos.

El mexicano concibe la riqueza no como un producto del esfuerzo sino de la explotación y, como resultado de esa visión colonial, es adicto a los títulos: nobiliarios, académicos y sociales.

Educación

El capital humano es la forma de riqueza más importante que existe y potenciarlo exaltando los talentos y capacidades de cada uno, es el único camino para desarrollar desde sus bases a nuestro país.

La situación educativa en México es uno de los problemas más graves que enfrentamos. Los alumnos de secundaria y preparatoria tienen un desempeño mediocre a nivel mundial. Por ejemplo, en el Programa para la Evaluación Internacional de los alumnos de la OCDE (prueba PISA, por sus siglas en inglés), nuestros jóvenes muestran un desempeño por debajo de la media en matemáticas, lectura y ciencias.

Por otro lado, la universidad es concebida como una fábrica de títulos y no como un recinto destinado a la exploración del universo y el fomento a la innovación.  En el aula se aprende a obedecer y a memorizar, no es un lugar que estimule la imaginación, la creatividad y el trabajo en equipo. La escuela es un sitio que muchos niños y jóvenes aborrecen.

Es tiempo de repensar las capacidades humanas. Diversos estudios han revelado que nuestra creatividad se pierde gradualmente con cada año de nuestra vida que transcurre en una escuela tradicional. El mundo actual requiere individuos autónomos capaces de buscar soluciones creativas a los problemas y encontrar más de una respuesta a una sola pregunta.

También debemos ayudar a los jóvenes a descubrir su elemento, es decir, las cosas que les apasiona hacer y aquello para lo cual tienen una aptitud natural.

Familia

Se ha dicho mil veces que la familia es el núcleo de la sociedad, pero a veces no se entiende la relevancia de esto. La familia es el espacio donde se forjan los conceptos, valores y la visión que nos marcarán y guiarán por el resto de nuestras vidas. La familia mexicana es un núcleo muy sólido y esto es bueno… hasta cierto punto.

El problema con la familia mexicana es que es tan unida que la gente se siente insegura o incómoda al desprenderse de ella. Muchos jóvenes viven con sus papás hasta los treinta e incluso los cuarenta años y esta comodidad y falta de independencia les impide diseñar su destino, perseguir sus sueños y tomar riesgos.

No hablo, de ninguna manera, de vulnerar el indispensable núcleo familiar y su red de soporte sino de hacer conciencia en los padres de que el apoyo a nuestros hijos debe tener un límite: de repente es bueno dejarlos caer y que ellos mismos se levanten, es importante que aprendan a tomar riesgos y a perseguir sus metas. La familia debe ser un soporte, pero no una cadena. La familia debe sembrar los más altos valores y fomentar la responsabilidad, no consentir lo contrario.

Por otra parte, encontramos cada vez más casos de hombres jóvenes que nunca han tenido una figura paterna, porque provienen de familias desintegradas, donde comúnmente la madre queda sola. Varios estudios consideran que estos jóvenes no van a tener el mejor desempeño como miembros productivos de la sociedad y estarán en desventaja.

Debemos apoyar a la familia para que se convierta en la plataforma firme desde la cual despeguen nuestros sueños y que no se convierta en una jaula dorada que limite nuestras aspiraciones.

Cultura emprendedora

Muchas personas son poco tolerantes al riesgo. Sin una disposición a enfrentar la incertidumbre, es difícil que nos decidamos a crear empresas bien capitalizadas. Aparentemente esto contradice la visión de que somos un país de emprendedores: somos un pueblo creativo, pero no estamos dispuestos a arriesgar lo que tenemos para alcanzar nuestras metas.

Esto es un problema grave porque, desde el punto de vista de Konzevik, un país sin empresarios está destinado al fracaso económico. Para ilustrar este punto nos habla de Cuba, la extinta Unión Soviética, Corea del Norte y más recientemente Venezuela, como ejemplos de países que barrieron con sus empresarios y colapsaron su economía. Desde la visión de Konzevik, el emprendedor es un recurso sumamente escaso que debemos cuidar y promover. Personalmente, considero que el capital empresarial es fundamental para el desarrollo de cualquier país.

Pero ¿qué es un empresario y por qué es tan importante? En la definición de Konzevik, el empresario es aquel agente económico dispuesto a tomar riesgos no asegurables. Entonces, por definición, hablamos de un tomador de riesgos que nadie más estaría dispuesto a aceptar, un visionario listo para enfrentar la incertidumbre. En un mundo que cambia vertiginosamente, el empresario se vuelve cada vez más indispensable pero no cualquiera puede llegar a serlo: existe un DNA muy específico que define a este agente económico.

Entonces, si queremos contar con más empresas y expandir nuestra economía, es de gran importancia formar mexicanos con un alto nivel educativo, dispuestos a tomar riesgos, independizarse e innovar. Para ello es fundamental una revolución cultural que arranque de nuestra mente los conceptos coloniales que explican nuestra falta de dinamismo económico.

Busquemos un cambio

Muchos de los conceptos culturales e instituciones fallidas que tienden a llevarnos al fracaso, son como un cáncer que surgió desde antes de la conquista y durante la Colonia: fueron impuestos primero por los conquistadores aztecas y después por los españoles en su visión medieval del universo. Desafortunadamente, estas ideas reforzadas durante siglos han contaminado la mente del mexicano, y del resto de América Latina, y por eso mismo son tan difíciles de erradicar.

El cambio cultural no es algo que se pueda lograr de la noche a la mañana, a veces tarda generaciones en ocurrir. En México no tenemos más tiempo que perder. Millones de jóvenes requieren de empleos productivos que sólo pueden ser creados por los empresarios y sus empresas. Debemos inculcar en nuestros jóvenes una cultura del respeto a la ley, del esfuerzo, dedicación e innovación y la voluntad de tomar riesgos, pero esto último también implica que debemos ser más tolerantes al error y al fracaso.

La riqueza no se produce por decreto

En un mundo conectado a Internet, es cada vez menos relevante el conocimiento puntual de los datos y es cada vez más importante la capacidad de razonar, imaginar y crear. Es cada vez menos relevante la educación y se vuelve fundamental el aprendizaje -para Konzevik, educación es lo que otorga el profesor y aprendizaje es lo que el alumno realiza para sí. “Se puede transmitir el saber, más no la sabiduría. Puedes ver a Miguel Ángel hacer mil veces el David, pero nunca podrás reproducirlo”, nos recuerda Konzevik.

La vieja economía era intensiva en trabajo, la nueva economía es intensiva en capital intelectual.

El mundo cambia vertiginosamente, tenemos poco tiempo y debemos pensar cómo lograr que estalle una revolución cultural en nuestros jóvenes. Porque la riqueza no se produce por decreto: requiere de un entorno propicio para la multiplicación de las empresas y el desarrollo de empresarios que lleven al mercado soluciones que incrementen el bienestar de la sociedad.

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