El gran insultador exige no ser insultado
Achichincle, alcahuete, aprendiz de carterista, arrogante, blanquito, calumniador, callaron como momias, camajanes, canallín, chachalaca, chayotero, cínico, cómplice, conservador, corruptos, corruptazo, deshonesto, desvergonzado, espurio, farsante, fichita, fifí, fracaso, fresa, gacetillero vendido, hablantín, hampones, hipócritas, huachicolero, ingratos, intolerante, ladrón, lambiscones, machuchón, mafioso, mafiosillo, maiceado, majadero, malandrín, malandro, maleante, malhechor, mañoso, mapachada de angora, matraquero, me da risa, megacorrupto, miente como respira, mentirosillo, minoría rapaz, mirona profesional, monarca de moronga azul, mugre, ñoño, obnubilado, oportunista, paleros, pandilla de rufianes, parte del bandidaje, payaso de las cachetadas, pelele, pequeño faraón acomplejado, perversos, pillo, piltrafa moral, pirrurris, politiquero demagogo, ponzoñoso, pregonero, prensa vendida, ratero, reaccionario de abolengo, represor, reverendo ladrón, riquín, risa postiza, salinista, señoritingo, sepulcro blanqueado, simulador, siniestro, tapadera, tecnócratas neoporfiristas, ternurita, títere, traficante de influencias, traidorzuelo, vulgar, zopilote.
Con esas palabras se expresa el presidente de México. Así se lanza, ya no digamos contra opositores o críticos, sino contra cualquiera que se atreva a cuestionarlo o incluso contra quien sencillamente publique una información que le es adversa.
(El grueso de la lista es una brillante recopilación de Gabriel Zaid en su artículo “AMLO poeta” que está en el sitio de Letras Libres, junio 25 de 2018. Me permití actualizar el listado original).
Mañana a mañana desde Palacio Nacional, el presidente de México ha decidido jugar el papel del Gran Insultador.
El jueves de la semana pasada, un ex presidente de Bolivia que ahora funge como vocero del gobierno provisional decidió hablarle en su misma lengua. En una sentada, Jorge “Tuto” Quiroga le dijo a López Obrador cínico, sinvergüenza, padrino de tiranos, sumiso, servil, arrodillado ante Trump. Y remató con la que se volvió viral: cobarde matoncito.
El canciller, la secretaria de Gobernación, el presidente de la Suprema Corte, por aquí y por allá expresiones de solidaridad ante el inaceptable tono con el que un ex mandatario boliviano se ha referido al presidente de México. López Obrador pidió dejar los dimes y diretes.
Por si a alguien le importa, dejo sentado que yo también me sumé a la condena del tono usado por el ex mandatario boliviano contra el presidente de mi país. Con la misma vehemencia con la que he reclamado –muchas veces en estas mismas páginas– que el presidente AMLO debe moderar sus expresiones.
El presidente de México ha hecho del insulto su moneda corriente. Hasta el jueves de la semana pasada que habló Quiroga, no tengo registro de que nadie le haya respondido en su mismo tono.
Ojalá esto le sirva al presidente López Obrador para dejar atrás los insultos y descalificaciones, y suplirlos con argumentos. No me canso de repetirlo: las palabras pesan, a las palabras no se las lleva el viento. Menos en un país con tanta impunidad como el nuestro, donde la violencia verbal puede fácilmente traducirse en violencia física.