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El gobierno quiere hacer milagros

Para cumplir con las metas que se ha fijado, el gobierno federal tendrá que hacer milagros: se pretende simultáneamente mantener la economía abierta y sin restricciones, regresar a clases presenciales y abatir el número de contagios de COVID-19. 

Claro que todo esto podría realizarse si tuviéramos a un porcentaje significativamente más alto de la población que ya estuviera vacunado y no el 22 por ciento que hay ahora.

Y lo peor del caso es que los fabricantes de la vacuna con la que se inmunizó a gran parte del personal docente del país, Cansino, ya han señalado la conveniencia de aplicar un refuerzo de la vacuna seis meses después de la primera dosis.

Muchos maestros recibieron su vacuna en mayo porque, como seguramente recuerda, había la intención de regresar a clases presenciales en junio, antes del fin del año lectivo.

Sin embargo, la aparición de nuevos brotes condujo a que fueran una proporción pequeña de las escuelas la que regresara a las aulas.

Se necesitaría una segunda aplicación de la vacuna Cansino para noviembre, y hasta ahora, la autoridad sanitaria no tiene contemplada esa opción.

El crecimiento de los contagios esta semana, hasta llegar a cifras sin precedente en toda la pandemia, muestra que la posibilidad de transmisión de la variante Delta es mayor de lo que muchos habían pensado.

No sería extraño, de hecho, que en poco tiempo estuviéramos sobre los 30 mil casos nuevos por día o incluso más.

La centralización del control de las vacunas ya nos está pasando una factura muy alta. Existen más de 18 millones de vacunas disponibles que no se aplican.

Las autoridades federales llevan meses dando explicaciones poco convincentes respecto a este excedente, pero todo parece indicar que deriva de las ineficiencias del aparato de distribución y de la falta de capacidad de aplicación.

El promedio diario de vacunas aplicadas en agosto ha sido de 582 mil por día mientras que en julio había sido de 692 mil diarias en promedio. Así que parece que en lugar de acelerarse el proceso por la existencia de la tercera ola en la que estamos, se ha desacelerado.

La experiencia internacional muestra que se puede lograr una combinación adecuada de las tres metas señaladas: economía, educación y salud. Pero se necesitan acciones que no estamos emprendiendo en México.

Por ejemplo, el uso del certificado de vacunación como un pasaporte que permita el acceso a espacios comerciales o a eventos podría crear una mayor sensación de seguridad y motivar más la actividad económica.

En el caso de las escuelas, en los diez puntos presentados ayer por la SEP no hay ninguna referencia a la vigilancia de la ventilación de las instalaciones escolares, cuando está cada vez más documentado que la inadecuada ventilación es un factor de riesgo superior a otros.

Tampoco se habla de la aplicación de pruebas para detectar posibles brotes.

Proteger la salud de los ciudadanos no significa producir un nuevo desplome de la economía ni tampoco obligar a permanecer encerrados a los estudiantes.

En México, sin embargo, nos empecinamos en fórmulas que van a cobrarnos más contagios y lamentablemente más hospitalizados y fallecidos.

Salvo que haya un milagro.

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