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El gobernador y la defensa del federalismo

El gobernador de Jalisco está en la recta final de su gestión. Presentará su último informe de gobierno el 6 de noviembre y un mes después ya habrá un sucesor en el cargo. Pero lo que parecía una despedida nostálgica y exitosa, está empezando a tomar un rostro diferente: ¿De verdad se va de la política el mandatario jalisciense o hay una nueva y promisoria misión para él? 

Durante años ha estado jugado con una idea que más parece fantasía: ser entrenador de futbol. Un par de meses atrás, reiteró que sólo volvería a la política para contender por la presidencia de la república porque ya no le interesa ningún otro cargo.

¿Y si las circunstancias políticas que se están configurando en los últimos días le ofrecen un nuevo motivo para seguir en la contienda?

A estas alturas, ya se sabe, su proyecto de ser candidato presidencial chocó de frente con los intereses del dirigente nacional de Movimiento Ciudadano, Dante Delgado Rannauro; muchos otros factores de poder se sumaron en su contra, además de que surgió el fenómeno Xóchitl Gálvez Ruiz como aglutinador de la oposición. Con la experiencia acumulada, el gobernador jalisciense entendió que no había posibilidades para él.

En el proceso electoral se reservó, al menos públicamente, y celebró después que el ganador de la elección fuera Pablo Lemus Navarro, lo que calificó como un referéndum de su gobierno.

De entonces a la fecha, muchas cosas han ocurrido y modifican el escenario.

El primer punto que descompone lo que quizá ya había proyectado el gobernador saliente, es la impugnación a la elección de la gubernatura y la sensación de que, efectivamente, el Tribunal Electoral federal puede fallar a favor de anular el proceso; esta percepción ha sido sembrada e impulsada por los muchos simpatizantes de Morena y los manejadores de las redes sociales que apoyan la causa de la 4T.

Adicionalmente, se han acumulado acontecimientos que permiten prever que la relación entre Jalisco y el gobierno federal encabezado por Claudia Sheinbaum Pardo, en el escenario de que el mandatario local sea Pablo Lemus, será un permanente quebradero de cabeza. No por la presidenta misma, sino por el empoderamiento de grupos de Morena y liderazgos como los de Adán Augusto López, Ricardo Monreal o Lázaro Cárdenas Batel; ellos operarán constantemente en contra de lo que se hace y se pretende en Jalisco, un Estado que tradicionalmente pugna por sus proyectos con independencia de lo que se dicta en el gobierno central.

Y con mayorías calificadas en la Cámara de Diputados y la Cámara de Senadores, los intereses de Jalisco quedan a merced de lo que definan los morenistas y sus aliados. Y hay que decirlo con todas sus letras: el Estado queda también sujeto a lo que pueda dictar, desde su supuesto retiro, Andrés Manuel López Obrador.

La prueba clara y reciente de la imposición del poder morenista es la reforma al Poder Judicial. Simplemente y de manera burda, aplastaron a quienes se les pusieron enfrente.

Para Enrique Alfaro Ramírez, probablemente, se inaugura una etapa en la que puede ser, sin ocupar cargo público ni poner en riesgo nada que no sea su interés personal, el líder opositor que de facto oponga resistencia al poder avasallante de la presidencia de Claudia Sheinbaum y, sobre todo, lo que en Palacio Nacional llaman “la Cuarta Transformación”.

Aún tiene capital político, aún ostenta liderazgo y es probable que con trabajo y un proyecto adecuado llene ese espacio de oposición política que ya no pueden sostener PAN y PRI.

La cuestión es, ¿él lo quiere?

jonasn80@gmail.com / @JonasJAL

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