El generosísimo gobierno
En diciembre la cosa se pone peor. Cada día es más enojoso el asunto del manoseo de los recursos públicos con fines caritativos y aviesas intenciones ideológicas y clientelares.
No sólo me refiero a la perversa idea de poner pistas de hielo o árboles de navidad dignos del norte de Islandia, sino a la más cotidiana costumbre de hacer pensar a los mexicanos que el gobierno es el encargado de dar. No de arreglar, no de proteger. De dar.
Así que el dinero público, ese que se recoge con prediales, multas, ISR e IVA, más lo que salga cada vez más dificultosamente del subsuelo, se destina a entretener a la gente con ganas de que el gobernante en turno sea aplaudido. Que tengan una pista de hielo, que reciban de la mismísima mano de su alcalde o gobernador un cheque o unos lentes o una silla de ruedas.
En Jalisco, este estilito no ha llegado a los groseros extremos que hay en Iztapalapa o Cuauhtémoc, pero hacia allá se encamina. Lo hacía ya Aristóteles Sandoval, y cada día lo hace más Enrique Alfaro.
Esta semana, por ejemplo, Alfaro entregó lentes a cuatro mil jóvenes de secundaria. Y claro, fue a que lo vieran los estudiantes. Y claro, hizo pasar a algunos al frente para que se les “regalara” un par de lentes en el bonito acto público en el que el gobernador les da la mano y ellos le dicen gracias señor gobernador y se ponen por fin los cristales. ¿No les da pena? Ese es un programa público, debería bastar con hacer la solicitud, hacer el examen y pasar por los lentes a una oficina de salud. Pero ah no, la caridad gubernamental, el actito público, el señor gobernador generosísimo.
El problema con esta dinámica es que genera ciudadanos de tercera. Otros jóvenes ven que el gobierno regaló lentes (o bicicletas, o tarjetas para el autobús o Ipads) y crecen exigiendo que el gobierno también los apoye a ellos. Los más inquietos llegan a algún partido y desde ahí impulsan propuestas para que el gobierno se encargue de dar algo más, hasta que llegan a los extremos de pedir regalos para todas las mamás en el día de las madres y barbies para las niñas en Reyes. Que el gobierno las dé para que apoye la felicidad de los niños.
Pero no, señores. El gobierno no tiene cartera para dar. El dinero público es una bolsa común que debe ser usada para lo que los individuos no pueden aportar por sí mismos. No, la sociedad no puede hacer una zanja y meter los cables que generan problemas de protección civil, eso sí se le puede pedir a la entelequia que construimos para coordinar nuestra vida en sociedad. La seguridad, por favor, la seguridad. Lo demás es complementario, no es tarea del gobierno y si se hace porque es urgente (o porque es bonito), entonces debe manejarse como es: sin el vergonzante actito público en el que se resta dignidad a los ciudadanos y se hace del generosísimo gobernante un Santa Claus.