El gas LP sube: tenemos un rompecabezas mal armado
El gas LP se ha convertido en uno de los villanos favoritos, cuando se trata de explicar la inflación en México. Ha sido así en cada uno de los últimos meses. Hablamos de este hidrocarburo que nace de la mezcla de gases licuados y disueltos en el petróleo porque es el combustible de uso doméstico más utilizado en nuestro país. Está presente en 76% de los hogares mexicanos y un alza en sus precios tiene un efecto regresivo: los hogares más pobres destinan al gas LP una proporción 3.5 veces mayor de su presupuesto que los hogares de mayores ingresos.
1. El precio del gas LP en Texas era de 1.80 dólares por BTU en el primer semestre del año pasado. Ahora está en torno a los 3.10 dólares por BTU. Es el mayor precio de la molécula desde 2014 y podría subir más en la medida en que baje la temperatura y se incremente la demanda para calefacción. Por lo pronto, tenemos un incremento de 72% que nos afecta porque somos importadores masivos de este producto. Las importaciones representan tres cuartas partes de lo que México consume. BTU es el acrónimo para British Thermal Units. Un BTU equivale al calor requerido para elevar la temperatura de una libra de agua a 1 grado Farenheit.
2. La dependencia de México del abasto externo del gas ha ido creciendo con el tiempo. A ello contribuye una actitud pasiva derivada de la “ventaja” de tener como proveedor a Texas, que es el productor de gas más barato del mundo. Debemos poner entre comillas la palabra ventaja, porque un factor que nos ofrece muchas cosas a favor también nos volvió vulnerables. Esto se hizo evidente durante las heladas de febrero del 2021, cuando la interrupción del suministro texano provocó desabasto en México.
3. La vulnerabilidad se agudiza porque la producción nacional de gas licuado propano se ha desplomado. Si tomamos como referencia el pico alcanzado en 2016, la producción ahora se encuentra 44% por debajo de ese nivel. Tan solo en 2021, la baja en la producción es de 12 por ciento. En medio de tanta retórica que exalta la soberanía energética, es notable la ausencia de una estrategia para impulsar la inversión en gas LP. No hay recursos públicos suficientes, pero se refuerza el papel dominante de Pemex. Los capitales privados cumplen un papel mucho menor de lo que podrían, en una industria que requiere billones de dólares.
4. El aumento de precio del gas en Texas es el principal factor que explica el incremento del precio del gas LP en México. Las amas de casa tienen razón cuando se quejan de lo mucho que ha subido el costo del cilindro de gas. Entre junio del 2020 y el mismo mes de este año, el incremento había sido de 33 por ciento. Esto llevó al índice de precios al consumidor a rebasar la barrera simbólica de 6% anualizado.
5. El Gobierno federal decidió intervenir en el mercado del gas decretando un control de precios y anunciando la creación de una empresa encargada de la distribución, llamada Gas Bienestar. La intervención ha tenido un efecto limitado. De acuerdo con la información de la Comisión Reguladora de Energía, el precio del gas acumula un incremento de 7.4% entre el 1 de agosto y el 25 de septiembre, periodo en el que entró en vigor la política de precios controlados.
6. Gas Bienestar ha comenzado operaciones en Iztapalapa, la alcaldía más poblada y pobre de la Ciudad de México. Las primeras semanas están plagadas de anécdotas que reflejan lo complicado que será el despliegue de este nuevo jugador. Su entrada en escena sí ha servido para inhibir el abuso de algunas de las empresas que dominaban el mercado, pero siembra dudas razonables sobre la posibilidad de que pueda crecer con rapidez en otras plazas. ¿Cuánto debería invertir Pemex para que Gas Bienestar hiciera la diferencia a escala nacional? ¿Puede una empresa con una deuda superior a los 100 mil millones de dólares dedicar recursos a subsidiar consumidores? ¿No sería mejor invertir el dinero público en otros proyectos… por ejemplo en la producción de gas o tratar mejor a los investigadores científicos?
lmgonzalez@eleconomista.com.mx