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El garrote era inflable

La reforma educativa impulsada en el sexenio anterior nunca usó garrote. Nos engañaron, pero sobre todo, engañaron a los profesores y pusieron combustible a una indignación comprensible pero enormemente equivocada. El garrote de la evaluación a los profesores en realidad era inflable, pero fue hábilmente sobredimensionado por liderazgos políticos que vieron caer sus privilegios con la reforma educativa de 2013 y que durante seis años han tratado de recuperarlos a golpe de marchas y extorsión política. Primero con Peña Nieto, ahora con López Obrador.

El nuevo Gobierno cedió a la exigencia más absurda: la de quitar el garrote, ese que no era tal, que no servía para castigar a nadie.

Me explico. La lucha magisterial se animó durante los pasados cinco años argumentando que las evaluaciones eran injustas porque despedían con criterios uniformadores a profesores que tenían otros talentos.

Suena convincente y fue un argumento demoledor. Alimentó marchas y fortaleció la opinión colectiva: se estaba atacando a los maestros.

Pero nunca fue cierto. Ningún profesor fue despedido por no demostrar suficiencia. ¿Y por qué? Porque el sistema era consentidor e ineficiente como padres primerizos. Si los profesores no pasaban la primera prueba, eran sujetos a capacitación para una segunda. Si no aprobaban esa segunda, eran sujetos a más capacitación para una tercera. Y si no demostraban suficiencia en el tercer strike, no se les despedía, se les quitaba del grupo y se les asignaban otras funciones. ¡Después de tres oportunidades!

Ya no sólo no tiene un garrote inflable sino que no tiene gluten. Las evaluaciones no servirán para determinar la permanencia al frente de grupo

Lo pueden consultar en el libro blanco de la educación que editó la SEP con las acciones 2013-2018 y en la ley de desarrollo profesional docente. Ahora bien, los expertos en el tema dicen que nunca llegaron al punto de retirar a un profesor el nombramiento al frente de grupo porque no alcanzó el tiempo ni se afinaron las estrategias para evaluar. Aun iban lentos y cambiando criterios.

¿Pero saben para qué sí alcanzó? Para premiar la excelencia. Los profesores más destacados lograron ingresar a las aulas, consiguieron aumentos salariales y promociones laborales sin lamer las botas de algún líder controlador que los asustara con la manga del muerto de la evaluación.

Hoy ese primer andamiaje de promoción, flexible como maestra joven de yoga, con garrote inflable, elástico hasta la condescendencia, ha sido sustituido por uno descafeinado. Ya no sólo no tiene un garrote inflable sino que no tiene gluten. Las evaluaciones no servirán para determinar la permanencia al frente de grupo, serán un ejercicio intelectual para los evaluadores y una pérdida de tiempo para los profesores, pues estos no sólo no perderán su empleo con un resultado en rojo, sino que no obtendrán promociones por su excelencia.

No quiero cerrar el artículo sin mencionar la ventaja de desinflar el falso garrote: los líderes abusivos se han quedado sin bandera.

(ivabelle@gmail.com / @ivabelle_a)

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