El ganso poblano
“¿Saben por qué sé que votarán por la cuarta transformación? Porque los conozco mosco. ¿Y saben por qué los conozco mosco? ¡Porque me canso ganso!”
No se rían. Descontextualizada o en su contexto, esta pieza de oratoria no tiene desperdicio. Es una frase usada en la parte final de una campaña política que inaugura los procesos electorales locales en el marco de la nueva etapa política en el país.
Este domingo habrá elecciones en Baja California y en Puebla, con muchas probabilidades de que los candidatos de Morena se lleven el triunfo. En Baja California este escenario es asombroso pues se puede lograr sin fuerza previa del partido o de la izquierda o del candidato. En Puebla, con un candidato que entiende que el triunfo depende tan poco de sí mismo que ha optado por usar la chabacanería presidencial para que el electorado lo identifique con Andrés Manuel López Obrador y el carisma de éste se derrame en forma de votos hacia él.
El hombre que asombrosamente no se ruborizó al usar la bella pieza de elevada oratoria fue Miguel Barbosa, el candidato de Morena para la gubernatura de Puebla. El detalle podría ser irrelevante; una más de las ridículas escenas que hace un político en campaña. Todos sabemos que los políticos gustan de decir tonterías, da igual.
Pero ojo, esa pieza discursiva enfatiza dos alarmantes elementos presentes en la nueva etapa política del país. El primero es la construcción de un disfraz simbiótico con los ciudadanos, con garrote de autoridad en mano, y el segundo es la degradación de la lógica territorial local.
No importa si Barbosa logra ser agradable o no, o si su estrategia de colgarse de los dichos presidenciales lo vuelve carismático a él; lo relevante es cómo los usa en una estrategia política efectiva.
“Los conozco mosco porque me canso ganso”. Es alarmante esta construcción lógica. No tanto las palabras, que son de uso coloquial y pueden caer simpáticas, sino la idea misma de dirigirse a los votantes en un discurso de identificación (los conozco, somos uno, les leo el corazón) que proviene de una certeza personal (y los conozco porque sí, porque lo digo yo, que soy el que sabe que los conoce). Para poner los pelos de punta.
El segundo elemento es el de la degradación de la dinámica federalista, de por sí ya vapuleada. Lo que se vende es la potencia presidencial, la figura del líder máximo. Si los aspirantes a un cargo pudieran ponerse el rostro del tabasqueño lo harían, sin importar las necesidades locales, las crisis estatales, los adversarios territoriales y la historia política propia. La forma previa de gobernar, la violencia criminal, las demandas morales, nada de eso es importante porque no es rentable. El objetivo es lograr que el electorado vote por un representante de la figura presidencial y de su proyecto nacional.
Los ciudadanos no parecen estar al tanto de estos dardos envenenados, pero hay que empezar a poner luz sobre ellos, porque se repetirán en todos los estados.