El final del sexenio
No hay secretos o sorpresas que pueda darnos el presidente López Obrador. Su gobierno ya está en la fase final. Hoy, ya entrado el último año de gobierno, sabemos que eso no fue más que propaganda. El gobierno del presidente López Obrador pasará a la historia como uno con los peores resultados en varios rubros, sobre todo el económico. Prácticamente solo por arriba del
terrible sexenio de Miguel de la Madrid, el de AMLO quedará por debajo de todos y cada uno de los gobiernos neoliberales que tanto dijo detestar.
En la economía no hubo transformación de ningún tipo, más bien una serie intentos por fomentar el desarrollo económico del sureste del país por medio de dos obras que, a pesar de haberse consumido gran parte de los pocos recursos disponibles, no
habrán sacado al sureste de su atraso permanente.
Ni el tren maya ni la refinería de dos bocas serán las que logren romper el estancamiento de esa región del país.
Ambos proyectos se conviertan en un lastre más para el presupuesto público: obras que son barriles sin fondo, que cuando entren en operación no harán otra cosa que perder dinero y que se mantendrán abiertas solamente porque se le estarán inyectando recursos públicos que estarían mejor si se fueran a seguridad, salud o educación.
Algo así como lo que ya ocurre con el aeropuerto Felipe Ángeles, que tiene tan pocas operaciones que es indispensable que se le estén transfiriendo diariamente 2 millones de pesos, de lo contrario no podría continuar abierto. El presidente lo vendió como la gran solución al problema de la saturación. Hoy, nos quedamos con la deuda, un aeropuerto solo y el mismo problema de saturación en la principal ciudad del país.
Estos son los últimos meses en los que López Obrador gozará de todo el poder presidencial, porque una vez arrancada la carrera presidencial, como siempre ha ocurrido, el presidente AMLO irá perdiendo su poder. Justo como les fue pasando a todos y cada uno de sus antecesores. Los cientos de colaboradores, empresarios, banqueros, interesados y simples aduladores, se irán retirando. Buscando acomodarse bajo el cobijo del nuevo sol que estará por salir. Todos sus antiguos incondicionales buscarán desesperados al nuevo sol.
Ese ha sido el ciclo del presidencialismo mexicano y seguramente será el ciclo que viviremos en este gobierno. Aunque la fuerza de López Obrador se perciba aún como invencible o como dueño de una figura que no tenga comparación, la pérdida paulatina del poder será irrefrenable.
Es por eso que, las mermas del gobierno que registremos durante este su sexto año de gobierno deberían de ser la cúspide de los logros del sexenio. Si lo que vemos son solamente propaganda, pues es la consecuencia natural de un gobierno que llega a su fin, sin muchos resultados prácticos.
En fin, esto que vivimos ahora es el final del gobierno de AMLO, aquel que en alguna ocasión prometió que traería una Cuarta Transformación y que solo quedó en un gobierno dilapidador de los recursos públicos y generador de desequilibrios que pondrán contra las cuerdas al nuevo gobierno. Ya sea de su mismo partido o de la oposición.
La situación financiera del gobierno será tan apremiante, que se hará indispensable plantearse, ahora sí, una reforma fiscal completa. De lo contrario, muy difícilmente se logrará mantener el ritmo de gasto que se está generando y comprometiendo este año.
El déficit fiscal para 2024 ronda los 2 billones de pesos, 2 millones de millones de pesos. Ese ritmo de endeudamiento es insostenible y exigirá ajustes desde 2025. La fiesta del gasto y de regalar el dinero que no es suyo se habrá terminado.