El factor Marcelo
La actividad política en México se sacudió luego del proceso interno del partido en el Gobierno para elegir a quién entregarle un bastón. El movimiento surgió con la voz de Marcelo Ebrard señalando el riesgo del retroceso democrático, evidenciado con la operación aplicada por la dirigencia y nomenclatura de su partido para hacerlo a un lado.
Lo que durante tanto tiempo se denominó como “elección de Estado” (para significar la ruptura en los hechos del orden democrático por parte de las autoridades y el partido en el gobierno para mantener el poder) ha vuelto a aparecer en la operación política y electoral que durante los últimos meses se ha desarrollado en México. Ante la fuerza del uso de los recursos de facto que significan ventajas indebidas, aparece aquella vieja resignación anticipada que se vivía en los años del PRI, ante la dimensión del aparato que se preparaba para pasar por encima de cualquier regulación. Pareciera que estos últimos procesos como el del Estado de México o el proceso vivido por Marcelo hubiesen sido un ensayo de lo que sucedería en el proceso electoral que culminará con la elección presidencial. De ser así, serían muy malas noticias para México, que tiene todas las condiciones para consolidar el proceso de transición a la democracia, convirtiéndose en una nación más moderna, abierta y respetuosa de los derechos de las personas, mediante procesos democráticos generalizados que propicien la amplia participación de los ciudadanos.
La discusión de fondo, la que está detrás de los intereses de coyuntura, es precisamente esa: la voluntad de seguir fortaleciendo la democracia real o aceptar las simulaciones impuestas. Es decir, respetar realmente la voluntad de las personas que participan en la vida pública. Porque no se trata simplemente del respeto al voto, sino de las condiciones en las que se compite y en los recursos empleados para el juego democrático; por eso el continuo rechazo popular a los partidos y sus prácticas viciosas. Es evidente que el haber adelantado el proceso político para designar de facto candidatos fue una estrategia partidista para saltarse las regulaciones legales, lo que es en sí misma una irregularidad.
Como resultado, ahora mismo tenemos en el horizonte a dos mujeres que se encaminan a ser candidatas, aún no lo son, y tenemos una novedad en el frente: el factor Marcelo Ebrard, quien ha decidido defender la limpieza del proceso democrático, comenzando por su propio partido. Y aunque no se ha marchado, ha dejado claro que no es igual a quienes acusa con firmeza. Ha puesto no solamente una distancia política con los dirigentes partidistas, sino que ha contrastado su posición independiente basada en principios frente a la abyección al poder. Y ha pagado un alto precio por ello, pero al mismo tiempo ha ganado respetabilidad y estatura moral. Es un factor inesperado que inquieta a algunos, mientras otros lo desdeñan.
La conformación del elenco que aparecerá en la boleta para la elección de Presidente de la República aún está por definirse, porque los plazos establecidos en la ley determinan que las precampañas para seleccionar candidaturas se llevarán a cabo del 13 de noviembre al 3 de enero del 2024 y el registro de estas se llevará a cabo del 15 al 22 de febrero del 2024, y la campaña de noventa días se desarrollará a partir del registro. Es decir, faltan todavía muchas semanas para definir el rumbo que tomarán las formaciones políticas.
Mientras las coordinadoras seleccionadas por las élites partidistas se asumen como candidatas de hecho, falta la definición que tomará Movimiento Ciudadano, que parece haber decidido esperar hasta el mes de noviembre. Hasta entonces estará presente el Factor Marcelo que puede convertirse en un jugador estratégico en un proceso que no se trata de un referéndum a la gestión actual, sino en un debate respecto al México que queremos. Porque una cosa es un proceso en donde se decide la continuidad o el cambio, y otra muy distinta en donde se define el tipo de continuidad que se plantea y las opciones de cambio.
Lo peligroso para la democracia mexicana ahora mismo es que en el cambio aparezcan signos de regreso al pasado y en la continuidad que derrotó a Marcelo también. En el fondo y la forma, hay mucha similitud en la operación de corte autoritario del siglo pasado, con las formas que se están asumiendo con cada vez más naturalidad en el oficialismo. El debate, pues, está en si vamos a respetar la democracia y si es así, en elegir entre propuestas claras y no solamente entre dos opciones que, en los hechos, cada vez se parecen más.
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