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El espejo de una elección polarizada

Si en los primeros días de gobierno de Donald Trump por allá en enero de 2017 la gran apuesta era si terminaba o no sus primeros cuatro años de gobierno por su falta de oficio político y sus constantes torpezas que tensaron el sistema político mundial, ayer el presidente de Estados Unidos demostró, nos guste o no, que supo apelar y mantener su voto duro con una polarización constante que llevó a las situaciones inéditas que se vieron ayer en la aún indefinida (hasta el cierre de esta columna) elección en el vecino país del norte, en la que además de la presidencia se juegan los 435 escaños de la Cámara de Representantes y un tercio de los cien miembros del Senado. 

De entrada el hecho de que el proceso electoral se haya dado en medio de la pandemia del coronavirus que ha causado ya 232 mil muertes y tiene a ese país en el primer lugar de fallecidos por este padecimiento, provocó que antes de la jornada de votación directa en las urnas ya se hubieran emitido más de 102 millones de votos, que representan el 48 por ciento de los votantes del padrón electoral estadounidense. Casi la mitad de los estados de la Unión Americana tenía antes de ayer mas de la mitad de los votos emitidos, y estados como Texas, Hawái, Nevada, Washington, Arizona, Montana y Oregon tenían ya más votos que los obtenidos en la jornada electoral del 2016.

Este panorama de voto adelantado, sin embargo, lejos de dar certidumbre a la elección sirvió a los republicanos para empezar a montar su narrativa de un eventual fraude electoral al cuestionar las fechas límite y las formas de conteo de esos sufragios, que en teoría favorecen más al candidato del Partido Demócrata, Joe Biden.

Pero la radicalización a la que ha apostado Trump en los últimos cuatro años, que antes ya despertó movimientos de supremacía blanca que han encabezado agresiones a las minorías latinas y afroamericanas, provocaron ayer escenas nunca antes vistas en una jornada electoral en Estados Unidos como la instalación de tablones en las ventanas y aparadores de los comercios instalados en las avenidas de las principales ciudades de esa nación por el miedo a que se registraran disturbios o protestas electorales en cuanto empezaran a fluir los resultados.

Ese miedo llegó incluso a la Casa Blanca, que ayer amaneció rodeada de su propio muro, mientras que el FBI inició con una investigación para dar con call-centers de los que surgieron miles de llamadas tratando de inhibir el voto invitando a la gente a permanecer en casa.

A reserva de comprobar hoy que la jornada electoral de Estados Unidos no degeneró en ratones locos, urnas embarazadas o quema de material electoral como en los peores tiempos el fraude electoral en México, ojalá nuestra clase política y gubernamental se vea en el espejo de la tensión vivida ayer e independientemente de si gane Trump o Biden, no sigan sembrando enconos que nos puedan estallar dentro de siete meses que también tengamos elecciones en México.

jbarrerar@gmail.com

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