El dedo del monarca
Hace algunos artículos escribí sobre un monarca bienintencionado con nociones muy vagas de economía e ideas fijas sobre la repartición de monedas entre su pueblo. El monarca bienintencionado podía ver cómo las monedas se le acababan y las doncellas pobres, los viejitos abandonados y los mozos sin oficio eran los que en peor situación quedaban. El monarca estaba triste.
Ahora escribo sobre un monarca diferente, uno malintencionado, perverso, que engaña a su Corte y busca aclamaciones con mentiras y amenazas. Ese monarca tiene enemigos, claro, todos los monarcas tienen enemigos, pero este los hace crecer en su discurso para pedir la protección de sus allegados y alimentar la furia de los desposeídos.
Cuando arenga a los pueblos, con altavoces en todos los rincones, culpa a sus enemigos de estar detrás de todos los males del reino. No se equivoquen, dice este monarca malintencionado pero bienamado, los que están detrás de todas las calumnias son mis enemigos, no quieren que yo haga el bien, anhelan que ustedes sean pobres por siempre.
Algo así dice el monarca. Luego, claro está, cambia el gesto, sonríe y asegura que él no hará nada contra esos malvados seres oscuros, porque en su reino hay libertad y porque él es un monarca bondadoso.
Bien sabe este monarca perverso que ese último gesto lo cubre de nobleza pero no impide que en los pueblos se prendan las antorchas para ir a buscar malvados.
A veces, este monarca va más allá y ofrece a los antorchistas ávidos de castigo, apuntar con su dedo hacia los lugares en donde están estos malvados. Estos malvados que comen faisán haciéndose pasar por sabios en los lugares de estudio. Estos malignos seres que beben el vino que les dio el monarca anterior a cambio de su servilismo. Estos horribles humanos que quieren que se usen los puentes que construyó el rey depuesto.
El monarca malintencionado promete a los antorchistas: les diré quiénes son, ya lo verán. Yo se los diré. ¡Y de vez en cuando, lo hace! Miren, este juglar escribe en contra mía, y yo se lo permito, en mi magnanimidad. Y claro, el fuego se acerca al juglar.
A veces se sorprende. ¡Cómo! ¿Hay una lista de los que recibieron monedas por su trabajo en el reinado anterior? ¿No salen los señores feudales que se enriquecieron masacrando? ¡No importa! ¡Están estos! Y claro, el fuego se acerca a éstos.
Otras veces lo usa como amenaza. Amados míos, mis enemigos quieren detenerme, pero no se confundan, no es por libertades ni justicia, ¡no los escuchen! Es porque quieren acabar con ustedes, con lo que ustedes encarnan en mí. Pronto les diré quiénes son.
Así, el malintencionado monarca, con rostro beatífico, prende con su dedo con las antorchas.
Censura
El periodista Ricardo Salazar ha denunciado la censura a un divertido video en el que arrastra a Enrique Alfaro muy en el estilo Salazar. Ese video fue denunciado porque usa palabras altisonantes, pero más bien apesta a control. Les salió mal: ya todos lo vimos en otras redes.