El decretazo del Expiatorio
J. Jesús Gómez Fregoso, SJ, in memoriam
Entre las novedades tapatías con que comienza 2022 está la insólita decisión por parte de la Mitra de convertir en parroquia lo que siempre fue la capellanía del Templo Expiatorio del Santísimo Sacramento, y cambiarle de nombre para que se llame “Expiatorio Eucarístico”. Ése es en resumen el contenido del Decreto firmado el 1º de noviembre por el Arzobispo y publicado en el número de diciembre del Boletín oficial del Arzobispado (en el cual, curiosamente, también se anuncia el nombramiento de un cura párroco para esa iglesia, pero éste fechado el 11 de octubre).
Gobierno a punta de decretazos en lo eclesiástico como en lo civil, sin ton ni son, sin razón ni argumentos válidos. Así es: ya estamos acostumbrados al caciquismo clericalista en la más rancia tradición priista. Los ciudadanos (en este caso los laicos de a pie) no pintamos para nada.
Cuando menos los señores de la Curia podrían haber revisado el machote del decreto para no encabezarlo con una mentira palmaria: se afirma que la medida se adopta “tomando en consideración el crecimiento poblacional”, siendo que se trata, al contrario, de una zona que en los últimos treinta años ha perdido numerosos habitantes: ahí están las estadísticas y es constatable a simple vista. Además, es una zona más que densa en términos de parroquias y templos. Se hace inútilmente un agujero para taparlo con un parche, y el recorte territorial es verdaderamente absurdo. Después de leer tal falsedad, también suenan sospechosamente huecos los otros argumentos sobre las consultas supuestamente hechas a “personas y organismos que deben ser consultados” y sobre “los estudios correspondientes”. ¿A quiénes consultaron y cuándo? ¿Qué estudios se hicieron?
Resulta muy extraño ver que la cúpula de la Iglesia tapatía desconoce y altera, por motivos desconocidos, la vocación primordial, la identidad y el carisma de una institución como el Expiatorio
Resulta muy extraño ver que la cúpula de la Iglesia tapatía desconoce y altera, por motivos inexplicables, la vocación primordial, la identidad y el carisma de una institución como el Expiatorio. El recientemente fallecido Monseñor Francisco Casillas Navarro, durante años su enjundioso rector, la explica así: “En nuestra Arquidiócesis de Guadalajara existe este Templo Expiatorio Eucarístico Diocesano en el que el mismo Cristo Jesús, en el Sacramento de la Eucaristía, está presente y solemnemente expuesto a la adoración de los fieles las 24 horas del día y los 365 días del año…”*
Esto simplemente no se ha cumplido en los meses posteriores a la muerte de Monseñor Casillas. No ha sido raro que, al haber misas en el altar mayor (que cada vez más suelen ser quince años, funerales, etc., en horas en que antes no las solía haber), esté cerrada a piedra y lodo la capilla lateral donde debería mantenerse la exposición.
El Expiatorio es una institución sui generis, en la que se materializa un siglo de lucha y supervivencia del catolicismo tapatío (no sólo de los miembros del clero), con todos sus defectos pero también con todo su heroismo y su fe. Costó, literalmente, sangre, sudor y lágrimas. Qué raro que no se le haya ocurrido a don José Garibi que convenía convertirlo en una parroquia más de la zona, recortando las aledañas y sin ninguna necesidad…¿Qué interés puede haber realmente detrás de la decisión del decretazo? ¿Ha abrazado la Mitra tapatía la estrategia de las tiendas de conveniencia?
*Mons. Francisco Casillas Navarro, supervisión del P. José Rosario Ramírez, El Templo Expiatorio de Guadalajara, Guadalajara, Amate Editorial, 2005.