Ideas

El debate que no fue

Un debate es una discusión pública -bajo un esquema establecido en el marco del respeto y la civilidad- entre contendientes a un mismo cargo de elección popular, en este caso, la Presidencia de la República. Su objetivo es que los electores accedamos a un conocimiento más profundo de los personajes que aparecerán en la boleta electoral. 

No soy psicólogo ni psiquiatra; sin embargo, pienso que el “debate” mostró el perfil psicológico de los protagonistas y la red de intereses que los ha llevado a donde están. Ayudó a conocer quiénes son realmente las personas que hoy por hoy disputan el honor y la enorme responsabilidad que espera a quien gane los próximos comicios. 

Claudia, autoritaria, soberbia, altiva, disciplinada, acartonada e incapaz de salirse un milímetro de las instrucciones de sus asesores, se esmera en mostrar que merece la confianza del dueño de Palacio. Para acreditar su buen desempeño en el Gobierno de la Ciudad de México, acudió, entre otros, al testimonio de organizaciones extranjeras y no al de los ciudadanos que gobernó. Calca de su promotor, no concilia, ordena; poco a poco, revela su talante intransigente y neurótico. Máynez oculta, atrás de una sonrisa estereotipada y falsa, al oportunista superficial, insubstancial, sin presencia, personalidad ni experiencia de Gobierno que aprovecha la ocasión para aparecer en pantalla. Producto de la cortesanía, ataca el pasado, cuando es peón de estribo de Dante Delgado, lo más viejo y rancio del sistema. Xóchitl, atrapada en los intereses de los partidos, sin su chispa e ingenio, se mostró insegura, arrítmica, evidenciando las carencias de un cuarto de estrategia notoriamente incompetente. No se atrevió a aclarar con determinación, de cara a la opinión pública, su relación con los dirigentes de los partidos que la apoyan ni su proyecto de Gobierno. Debe dejar la bicicleta en su casa, vestirse como Presidenta y eliminar de su lenguaje todos aquellos términos que la alejan de la seriedad y el imperio que debe tener quien representa a un país.

Conclusión. El debate deja un desagradable sabor de boca. Frente a un mundo abierto, de cara a una compleja realidad internacional y local, ninguno de los personajes que participaron da certidumbre a nuestro futuro. Envueltos en la necesidad de comprar la voluntad de los electores, prometen hasta las perlas de la Virgen a sabiendas de que no cumplirán. Una ofrece dinero sin merito, mientras la otra intenta igualar la oferta frente a un electorado ávido de privilegios. No cabe duda de que la aparición de los asesores de imagen está haciendo un grave daño a la política, a los políticos y al país. La más brillante idea de los de Máynez son unos tenis anaranjados. Los de Xóchitl, no aciertan el camino, y los de Claudia le ordenan ocultar en sus silencios lo que realmente piensa. Esperemos que, en el próximo debate, los candidatos se muestren como líderes, con un proyecto de nación que atienda los problemas fundamentales de una sociedad como la nuestra.

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