El de arriba y los de abajo
¿Creen que yo hubiera hecho algo así? Fueron los de abajo. La declaración del presidente en la Mañanera de ayer en torno a la pésima idea de pedir una carta de “corresponsabilidad” a los padres como requisito para el regreso a clases refleja muchas cosas, muchas más de lo que parece a simple vista, sobre el estilo personal de gobernar de López Obrador. Es, literalmente, una declaración de principios y una radiografía del gobierno.
Por supuesto que lo primero que salta a la vista es que es un presidente que sabe corregir, que no se aferra al error, pero que jamás asume su responsabilidad en la comisión del error. Cuando se presentó la carta él estaba ahí, parado, escuchando a la secretaria. Todos suponíamos que conocía de antemano el contenido de lo que se estaba presentando. No fue así. Gracias al dislate de ayer podemos confirmar algo que ya había dicho en tono de broma: no prepara las Mañaneras; todo el gobierno improvisa.
Sorprende que algo tan delicado como los protocolos de regreso a clases sean tomados tan a la ligera, que eso que ha sido un empeño del presidente contra viento y marea, al que tanto tiempo ha dedicado las últimas semanas con declaraciones tan controversiales como “hay que correr riesgos”, sea producto de una ocurrencia burocrática. Llamó la atención que la famosa carta a la que se refiere el presidente como una reminiscencia neoliberal tenía, en su presentación, fecha del 2020. Esto significa una de dos cosas: o bien es un documento elaborado desde el año pasado al que nadie puso atención durante varios meses o el documento se improvisó a tal grado que ningún ojo revisó siquiera al menos la fecha.
No tuvo empacho en destrozarla y exhibirla públicamente tachando la medida de antidemocrática, burocrática y neoliberal. Al final sólo importan él y su investidura
Pero lo más grave es el desprecio presidencial a sus colaboradores. No sólo a la burocracia, a los trabajadores del gobierno que buscan transformar al país, sino a sus más cercanos colaboradores. La expresión “Los de abajo” marca una distancia insalvable entre el presidente y su equipo. “No somos iguales”, repite hasta el cansancio y sí, él no se asume como el líder de un equipo de gobierno, sino el soberano, quien está en la punta más alta de una pirámide del poder. “Los de abajo” no es otra que una secretaria de Estado, la secretaria de Educación, pues fue ella y nadie más quien presentó el repetitivo e insulso decálogo para el regreso a clases. Para salvar la cara del gobierno el presidente no tuvo empacho en destrozarla y exhibirla públicamente tachando la medida de antidemocrática, burocrática y neoliberal. Al final sólo importan él y su investidura, que son uno mismo.
No sé si el presidente es consciente del alcance de sus palabras o a estas alturas sean ya simplemente el reflejo de esa enfermedad de poder que ataca a todos los gobernantes.
diego.petersen@informador.com.mx