Ideas

El club de los infelices

No puedo dejar de explorar dos temas que trata Bertrand Russell antes que nos vayamos a conquistar la felicidad: las características de los que forman los diferentes clubes de los infelices que, tal parece son sus propios enemigos, así como, publicar los consejos que les ofrece a las nuevas generaciones enfatizando la importancia de los hechos por sí mismos y, moralmente, que sepan que el amor es sabio y el odio una locura.

Cuando escribió La conquista de la felicidad sabía que estaba dirigiendo a la población que ya tiene techo y comida, así como una salud que les permite estar activos normalmente y, antes de intentar esa conquista, reconoce a los infelices como los que parece pertenecen al ‘club de la infelicidad byroniana’ porque se la pasan “enfermos de todo el barro que le salpican las ruedas de la vida” -como aseguraba Pursewarden en Balthazar de Durrell.

Otros clubes los forman aquellos que se pasan la vida luchando con todo lo que tienen para lograr el éxito, aunque sabemos que, a la larga, poco importa; también están los que tienen miedo de aburrirse: ignoran que una vida feliz es, en gran medida, una vida tranquila; o los que se fatigan y viven toda su vida tensos -causal de infarto-, así como los que padecen de envidia, una de las causas más poderosas de la infelicidad; o los que viven temerosos del pecado y se culpan de todo lo que es placentero. Antes de terminar con esta lista de clubes, menciona también a los paranoicos que creen ser perseguidos y se sienten victimas de los demás; por último, están los de ese club en donde viven en función de agradar y quedar bien con los demás.

En una entrevista que le hicieron en 1959 le preguntaron qué les aconsejaría a las nuevas generaciones: “cuando estén estudiando cualquier tema, antes que nada se pregunten ¿cuáles son los hechos y cuál es la verdad que los hechos sostienen? De tal manera que nunca se dejen desviar por lo que desean creer o por lo que creen que les daría un beneficio si así fuese creído: observen única e indudablemente los hechos y, desde el punto de vista moral les dijo que “el amor es sabio y el odio una locura. Por eso, tenemos que aprender a tolerarnos uno a otro y aprender a aceptar que alguien diga cosas que no nos gusten, pues sólo podremos vivir juntos de esa manera y, si vamos a vivir juntos y no a morir juntos, entonces debemos aprender a ser tolerantes.”

Me llama la atención su énfasis sobre los hechos y no su acomodo con lo que crean ‘falsas noticias’ o aseguran una ‘realidad alternativa.’

También sugiere que, para ser felices, habría que preocuparse menos por uno mismo y pensar en otras cosas, por ejemplo, en el estado del mundo o en otras ramas del conocimiento o en los seres por los que hemos sentido cariño y afecto.

Pero hay algo que no nos deja pensar en los demás como les sucede a ‘los pecadores’, pues casi todo está mal y se desaprueban; o ‘el narcisista’, que sólo se admira a sí mismo y no le interesa otro tema si no está relacionado con él y se la pasa buscando la aprobación y la caricia de su madre; por último, están ‘los megalómanos’ con su delirio de grandeza con el que pretenden ser todopoderosos.

El hombre -dice Russell-, debe integrar su ‘yo’ (el consciente con el inconsciente) para no vivir partido en contra de sí mismo y del mundo; los que lo han podido hacer, gozan del espectáculo que les ofrece la vida con todo y sus alegrías, y viven sin tenerle miedo a la muerte, de tal manera que se integran a la corriente de la vida, experimentando así una mayor dicha que les permite caminar ligeros y con paso firme.

(malba99@yahoo.com)

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