El clero y la feligresía de Lagos esperan respuestas del Gobierno
En abril pasado, la Iglesia católica en México relanzó su reclamo de seguridad, luego de que semanas antes, la comunidad jesuita consideró un síntoma más del fracaso de la estrategia del Gobierno contra el crimen organizado el hecho de que hubieran sido sicarios los que asesinaron a José Noriel Portillo, alias “El Chueco”, a quien las autoridades nunca pudieron detener para llevarlo ante la justicia por el brutal asesinato, el 21 de junio de 2022, de los sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales y César Mora Salazar, cuando el guía de turistas Pedro Eliodoro Palma Gutiérrez se quiso refugiar en la parroquia de la comunidad de Cerocahui, en el municipio de Urique, en la Sierra Tarahumara de Chihuahua.
Antes, la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), la Compañía de Jesús y la Asociación de Religiosas y Religiosos habían convocado a la realización de las Jornadas de Oración por la Paz, que tras ese triple asesinato, visibilizaron como nunca la crisis desbordada de inseguridad en el país. Lejos de mostrar apertura a la crítica y hacer ajustes a la estrategia de seguridad, el Presidente Andrés Manuel López Obrador alegó que había “mano negra” en los reclamos de obispos católicos y sacerdotes jesuitas, a los que ya los había tildado de “apergollados”, hipócritas y de desoír al Papa Francisco.
En aquel contexto, hace más de un año, también se escuchó la voz crítica del cardenal de Guadalajara, Francisco Robles Ortega, quien expresó que los sicarios sólo sabían de balazos y muy poco de abrazos. Reveló además que había sido detenido momentáneamente en retenes de narcos en la Zona Norte de Jalisco y que las mafias cobraban derecho de piso a los organizadores de las fiestas patronales. La respuesta del gobernador Enrique Alfaro también fue de cerrazón al desmentir al prelado y cuestionarlo por no haber presentado una denuncia formal.
Ante esta sordera oficial y la imparable violencia, en marzo pasado el clero abrió el Diálogo Nacional por la Paz al que convocó el CEM, la Conferencia de Superiores Mayores Religiosos de México, la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús y la Dimensión Episcopal de Laicos, que sigue en proceso.
En medio de este esfuerzo clerical, vino la desgracia de la desaparición de los cinco jóvenes de Lagos de Moreno, que conmocionó al país, y que por la escalada de miedo y dolor que significó para los pobladores de la región Altos Norte de Jalisco, los líderes religiosos de aquella zona convocaron también a jornadas de oración desde el jueves y hasta le pasado fin de semana.
La fe, pero también el luto, la tristeza y la impotencia colectiva de ver perdida la calma y la convivencia en sus comunidades por la violencia generada por los grupos del crimen organizado sin que ninguna autoridad les ponga freno, hicieron que las iglesias fueran insuficientes para albergar a la feligresía solidaria con las familias de Roberto, Jaime, Diego, Dante y Uriel.
Ojalá el Gobierno federal, estatal y municipal cambien ahora su postura de indiferencia y negación, reaccionen por fin y respondan con acciones ante un pueblo que sigue optando aún por las manifestaciones pacíficas y un clero que convoca a diálogos y jornadas de oración, pese a todo su muy justificado coraje y hartazgo.