Ideas

"El chocolate de doña Balvina"

Cuando escribo para nuestra charla dominical a veces me dan ganas de escribir de temas asombrosos o trascendentes sobre la situación nacional o incluso mundial. Pero inmediatamente pienso en que si yo le diera mi opinión sobre esos altos temas usted con toda razón me mandaría a lucas porque para enterarse de algo usted recurriría a las grandes plumas y no a un cuate que se encuentra con usted para platicar de temas intrascendentes, de domingo. Por eso mejor me aguanto por miedo a quedarme hablando solo, así que dejemos de temas importantes y platiquemos del pasar de la vida.

Charlábamos la semana pasada de fantasmas y de aparecidos, pudiendo con certeza asegurar que toda casa de la vieja Guadalajara tiene su historia, simplemente pregunte y le dirán de alguien que vio algún incendio de algún aparecido (que significaba que ahí había un tesoro escondido) o de alguien que se aparece ahí, en la creencia de entonces porque “había dejado algún pendiente que cumplir o esperando una oración por él. No falla si usted tiene la suficiente curiosidad y ganas de platicar.

Pues yo recordé una historia que me contaron unas tías muy queridas a las que les sucedió: mi bisabuela, que quedó viuda muy joven, vivía por el templo del Carmen en casa de una hija, era el centro de reunión familiar en la pequeña ciudad, y a las siete de la tarde era costumbre que se escuchara un sonido que ya casi ha desaparecido que era el ruido que hacía el molinillo contra los anillos de alguien, en este caso por doña Balvinita la vecina, lo que se producía al batir el chocolate -es tan vivo el sonido que yo recuerdo a mi propia madre cuando ocasionalmente preparaba esa bebida- y volviendo a nuestra historia la bisabuela decía siempre: vamos a merendar, ya es hora porque doña Balvinita ya está preparando el chocolate. Y esa frase era ritual e inapelable.

Murieron ambas y creció Guadalajara y cambiaron muchas costumbres.

Varios años después un día mis tías se encontraron a un amigo que precisamente era sobrino y frecuente visitante a su vez de su tía doña Balvinita y como la vecindad había durado años se pusieron a recordar aquellos tiempos en que la vecindad creaba un tipo interesante de relaciones interpersonales.

Antes de despedirse el sobrino les dijo: No me van a creer pero todas las noches recuerdo a mi tía que a las siete de la tarde siempre decía ya vámonos preparando a merendar, ya doña Marianita (mi bisabuela) está preparando su chocolate.

La sorpresa de mis tías fue grande y le dijeron que en esa casa nunca se había hecho chocolate y que ellas juraban que donde se elaboraba era en casa de su tía, a lo que el sobrino dijo que jamás hubo chocolate en casa de su tía.

De manera que el sonido se escuchaba y había testigos de ello, chocolate nunca hubo, pero seguro fueron los espíritus chocarreros.

@enrigue_zuloaga

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