Ideas

El castellano y el español

Tantos años de franquismo con Franco o sin él, han dejado en España taras difíciles de limpiar.

Hay una, de carácter lingüístico que parece más compleja porque no se ha tomado plena conciencia de ella. Es el nombre del idioma que hablamos. A menudo cuando me refiero a mi lengua como “española” no falta algún peninsular que me haga la corrección y me diga “castellana”. Si el corrector es español y, especialmente madrileño, la suele pasar mal al pedirle que no degrade la rica lengua que yo hablo, de origen castellano, sí, pero enormemente enriquecida por las lenguas indígenas y otras modernas, como el francés y el inglés, que han infiltrado términos que contribuyen al fortalecimiento de nuestro modo de hablar.

Hay unos estudios que demuestran, por ejemplo, que un habitante de mediana escolaridad de la Ciudad de México o de Buenos Aires, dispone habitualmente de un vocabulario más o menos un 15% más rico que un símil madrileño, dejando aparte que la pobreza fonética matritense también es patente. Pongamos por caso que las palabras sexo y seso las pronuncian igual. Imaginemos qué claridad de pensamiento emerge de esto.

Fui testimonio de los problemas con el frío en un hotel de Madrid que sufrió un amigo de La Paz, Baja California, que entonces era la menos cosmopolita de las ciudades mexicanas.

Cada día le pedía al encargado del hotel de una manera diferente que necesitaba más ropa de cama. Primero le dijo “cobija”, después “cobertor”, “sarape”, “frazada” y quizá todavía recurrió a alguna otra palabra… hasta que, ya molesto le espetó que tenía frío en la noche. Entonces el otro le contestó, con ese tono grosero que se les da muy bien: “lo que usted quiere es una manta”. 

Efectivamente, mi amigo que reside y casi no sale nunca de su rincón del mundo, utilizó cuatro o cinco palabras que, en cualquier lugar de México le hubieran entendido perfectamente, pero en la capital del imperio y sede principal de la “gran” cultura castellana, un hombre dedicado a atender turistas solamente dispone de una que, además, en otros países tiene otro significado.

Efectivamente, el castellano es una lengua mucho más encogida que el español que hablamos en México, por ejemplo, por lo tanto, repito, me resulta intolerable que me la degraden diciéndome que es castellano.

Lo que quizá es un error es llamarle “español” a lo que hablamos en América, pero está tan generalizado que no vale la pena de preocuparse por ello.

Por cierto que nomás son súbditos españoles los interesados en hacernos decir que hablamos en castellano. En todos los idiomas que nos rodean le llaman: espanyol, spanish, espagnol, spagnolo, espanhol.

De hecho, para acabar de demostrar que tienen el cerebro retorcido resulta que la Academia de la Lengua se llama “Española” y el diccionario al que cada vez le hacemos menos caso también le llaman “de la lengua española”. ¿Quién los entiende?

jm@pgc-sa.com

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