El cabezazo que le dio la vuelta al mundo
El pasado martes se cumplieron 13 años de uno de los episodios que han marcado la historia reciente del futbol: el cabezazo de Zinedine Zidane a Marco Materazzi durante la Final del Mundial de Alemania 2006.
Antes del partido a nadie se le hubiera ocurrido poner en el mismo plano al divino calvo que jugaba con la elegancia de una bailarina de Degas y a Materazzi, el defensa desaliñado, el ladrón de bicicletas con más agilidad en la boca que en las piernas. Y sin embargo, de alguna manera recóndita, evidente solo a posteriori, el partido no era entre Francia e Italia sino entre Zidane y Materazzi.
Esa noche Zidane, que jugaba el último partido de su carrera, puso en ventaja a los suyos al minuto 7 convirtiendo a lo Panenka un penalti cometido por Materazzi, que respondió al 19’ con un gol de cabeza y riñones en tiro de esquina. El partido se fue a tiempo extra, pero al 110’ el juego se detuvo: en un uso primitivo del VAR, el árbitro asistente observó en una pantalla el cabezazo de Zidane al pecho de Materazzi y el capitán de Francia fue expulsado.
La Final se decidió en los penaltis. Materazzi marcó el suyo, Trezeguet falló por Francia, e Italia se coronó campeona del mundo.
La agresión a Materazzi negaba todo lo que representaba Zidane, que usó la cabeza, el repositorio de su maestría, como un burdo objeto contundente para responder a un insulto de secundaria.
“Si te gusta tanto mi camiseta te la doy”, había protestado Zidane.
“Prefiero a la p... de tu hermana”, respondió Materazzi, según su versión. Así el neorrealismo italiano se impuso al impresionismo francés.
El cabezazo fue motivo de reflexión en Francia, que descubría una veta de rabia en el desapasionamiento cartesiano de uno de sus símbolos. ¿Pero rabia por qué? Escritores, psicólogos y artistas intentaron descifrar el enigma. En el año 2012 fue expuesta en París una escultura de Adel Abdessemed que retrata el momento de la agresión. El instante aparece detenido, el incidente magnificado a escala triple, como algo que no se debe dejar pasar por alto sin ser comprendido.
Hasta hoy Zidane no ha ofrecido explicaciones sobre el cabezazo. Su respuesta no hay que buscarla en sus palabras, sino en su futbol. El brillo de sus logros como entrenador ha rehabilitado sus zonas más sombrías como futbolista: no es recordado como el jugador que tiró por la borda la Copa del Mundo con un cabezazo, sino como el único técnico que ha ganado tres Champions League consecutivas. Ha logrado desmarcarse del pasado.
Sin una respuesta explícita de parte del ex jugador, la hipótesis más seductora es la de Jean-Philippe Toussaint, que en su ensayo La Melancolía de Zidane propone que el cabezazo habría sido el modo en que el futbolista se rebela al final de su carrera. La agresión le costó una suspensión de tres juegos que nunca va a ser capaz de cumplir, así, su último partido no fue un adiós definitivo, sino una cuenta pendiente, un cabo para siempre suelto. No un punto final, sino tres puntos suspensivos.