El beso del Dalai Lama
En un evento público, el Dalai Lama le pidió a un niño que le chupara la lengua; una escena aberrante, repulsiva, grotesca. En el video se ve cómo el hombre de 87 años acerca la cara al infante para, primero, darle un beso en la boca y enseguida sacar la lengua, invitando al menor a que la chupe; mientras tanto, los espectadores ríen y aplauden, como si no les causara sorpresa esa situación por demás perturbadora.
El hecho ocurrió hace varias de semanas, pero recién se hizo viral en los últimos días y como el fuego, se expandió. Las imágenes ya le dieron la vuelta al mundo, generando todo tipo de reacciones, en su gran mayoría de indignación, condenando y recriminando el comportamiento del líder espiritual.
En un intento por apagar la crisis, en la página oficial del Dalai Lama se publicó un comunicado ofreciendo disculpas al menor, a su familia y sus amigos de todo el mundo… pero también tratando de minimizar el hecho. “Su santidad suele bromear con la gente que conoce de forma inocente y juguetona, incluso en público y ante las cámaras. Lamenta este incidente”, se lee en el mensaje.
Son varias las aristas a reflexionar. Primero, que un adulto le pida a un niño que le chupe la lengua no sólo es repugnante, sino inaceptable e inapropiado, independientemente de quién sea el adulto en cuestión, su cargo, religión o posición social. Son conductas que bajo ninguna circunstancia deben considerarse “inocentes”, mucho menos muestras de cariño o como bromas, porque de chistoso no tiene nada. Trivializar una situación así es atentar contra la integridad de las y los menores.
Segundo. No está a discusión ni la filosofía ni las enseñanzas del budismo, lo que se ha señalado es una acción en concreto, de un personaje mundialmente conocido y que fue Premio Nobel de la Paz en 1989. El señalamiento es una situación en específico, no la institución (así como ha venido ocurriendo con los señalamientos contra sacerdotes católicos, y no contra la religión en sí).
Tercero. Aunque hay quienes han tratado de minimizar el hecho diciendo que fue “malinterpretado” por las diferencias culturales (se dice que para los budistas la relación con el cuerpo no está sexualizada como en Occidente), no habría razón para aceptar o dejar pasar ese tipo de comportamientos. Recordemos que hay sociedades donde aún consideran una tradición cultural la mutilación genital femenina, y eso no justifica semejante aberración contra mujeres y niñas.
Cuarto. En el afán de informar o el morbo del hecho, el menor ha terminado expuesto porque continúa compartiéndose el video sin cubrir el rostro al niño, olvidando la responsabilidad de mantener a salvo su identidad. ¿Será que nadie se ha puesto a pensar además en las repercusiones para el infante?
Pedirle a alguien que te chupe la lengua es una conducta reprobable, peor aún si se trata de un menor. Sirva este lamentable hecho para recordar que como adultos, como sociedad, no podemos normalizar la violencia sexual. Con los niños y las niñas NO.
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