El amor a la vida
Cada mañana me despierto al mismo tiempo que doy gracias por el nuevo día, y feliz por estar en donde Dios me quiere, también en mi corazón está vivo ese sentir que me hace añorar mi amada patria natal, allí donde vi los primeros paisajes y di mis primeros pasos, donde aprendí lo inicial y más básico…
Por eso cada día siempre está presente la oración por mi tierra, por su gente, su bienestar y su progreso.
Por eso surge siempre ese deseo de volver en un día no lejano, aunque sea de paso, a recorrer las mismas calles, visitar los mismos sitios y estrechar las manos de personas queridas… recordar y vivir las alegrías ya lejanas.
Pero entre tanto, también mientras elevo a Dios una oración por la ciudad de mi infancia, y me llegan tantos rumores y tantas noticias desconsoladoras, que frecuentemente me pregunto: ¿Qué pasa en esta época tan conflictiva? ¿En qué lugar, momento o avatares se perdió el amor a la vida? ¿O es que a pesar de tanta historia y tanto progreso no hemos aprendido nada de lo que Dios ha querido decirnos?
Nosotros que veíamos con encanto los paisajes floridos de nuestros jardines tapizados de rosas y el abundante colorido del arte que nos envolvía con su encanto…
Nosotros que presumíamos siempre de la alegría musical que entre voces e instrumentos resonaba en los oídos y hacía vibrar el corazón…
Nosotros que sabíamos vivir intensamente y amar la vida en todas sus manifestaciones…
¿Qué pasa ahora, que resuenan tantos ecos de muerte? ¿Es que ya no hay quien nos enseñe a amar la vida? ¿Ya se perdió ese eco de la alegría infinita que nos hacía caminar con paso firme y seguro hasta una meta?
Es cierto que la muerte es una realidad para cada ser humano, y que cada uno de nosotros tiene una ración muy breve de tiempo para transitar por este mundo… pero es también una verdad incuestionable que a ninguno de los que recorremos estos senderos, le está permitido, por ningún motivo disponer de la vida de otros y ni siquiera de la suya propia.
Es bueno morir, ciertamente, pero morir en paz, cuando ya se han agotado los pasos que Dios nos otorgó, cuando hemos cumplido la tarea encomendada, cuando ya las ilusiones se han realizado…
Por eso es bueno reforzar la oración al Dios de la vida para pedirle que nos ayude a vivir con alegría y sobre todo a respetar la vida en todas sus manifestaciones.
Hay muchas formas de demostrar valor, muchas formas de expresarse y hacer resonar la propia voz para defender una opinión valiosa.
Unamos nuestras voces al hablar con Dios para pedirle que con su gracia y su amor, nos dé también la paz en lo más íntimo de cada corazón.
Y al hablar con los demás, nos esforzaremos a hablar sin violencia y a comentar aquello que comunique ese amor por la vida que tanto necesitamos hacer germinar en cada corazón.