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El acuerdo “histórico” que AMLO borró con saliva

No hay una palabra que disfruten más los políticos que “histórico”. Porque, desde luego, para eso los eligió el pueblo (o Dios, porque hay quienes sí se la creen): para cambiar la historia.

Esa hambre de trascender en la historia es lo que mantiene con ánimo a quienes gozan de poder durante tres o seis años. Los llena de vigor cuando la triple doble u se inunda de memes con su rostro y les devuelve la vida cuando las redes sociales se atiborran de críticas respecto a sus regularmente-no-tan-atinadas decisiones.

Ponerle su rúbrica a la historia es, para pronto, la motivación más grande que tuvieron antes de enlistarse en las filas de la malquerida pero bienvivida clase política. Es su mantra.

Y es por ello que, un lunes sí y el otro también, tenemos días históricos, proyectos históricos, acuerdos históricos y, como es el caso que nos ocupa, reuniones históricas.

Porque así fue como el Gobierno de Jalisco calificó, allá por el no tan lejano junio de 2019, la reunión que tuvo el jefe del Ejecutivo estatal, Enrique Alfaro, con su homólogo de Guanajuato, Diego Sinhue Rodríguez.

¿El motivo? Pues que ambos plasmaron su poderosísima firma en el “Acuerdo de Entendimiento para el Aprovechamiento de las Aguas del Río Verde” (así, en mayúsculas) que, palabras más, palabras menos, daba a Jalisco 76 de cada 100 litros que fueran extraídos de esa cuenca y los 24 restantes, a Guanajuato.

En junio de 2019 todos fueron felices; todos estuvieron contentos. Luego de que la poderosa se puso sobre el papel hubo aplausos, sonrisas y algarabía. Y cómo no: se había dado un “paso histórico”.

Neta: h-i-s-t-ó-r-i-c-o. Acá te comparto el fiestón en letras que se armó entonces el Gobierno estatal: https://www.jalisco.gob.mx/es/prensa/noticias/90442.

El problema, que no es menor, es que actualmente sólo existe un proyecto para aprovechar el agua del Río Verde. Se trata de la Presa El Zapotillo, un embalse que, debido a su ubicación, inundaría tres poblados de Los Altos de Jalisco cuando comience a almacenar agua: Acasico, Palmarejo y Temacapulín.

El Zapotillo ha sido la papa caliente de cada administración desde 2012. Porque en campaña, Aristóteles Sandoval y Enrique Alfaro fueron aliados férreos de esos pueblos y ya en el Gobierno decidieron que mejor sí era un tema del Gobierno federal. “A mí ya ni me pregunten; que lo resuelva el presidente”.

Pues resulta que los años pasaron y el Presidente al fin decidió. Y, tras una serie de reuniones entre Enrique Alfaro y Andrés Manuel López Obrador, éste último anunció que el agua de El Zapotillo se queda en Jalisco. Ni una gota para Guanajuato.
Por supuesto que el gobernador de ese Estado alzó la voz. Se encabronó. Después de años de reuniones y acuerdos históricos con su compa de Jalisco, López Obrador llega a Temacapulín, a él no lo invitan y en plena Presa El Zapotillo anuncian que mejor luego ven cómo darle agua a León. ¿Y la historia que él iba a cambiar? Orita no, joven.

La buena noticia es que, tras años y años de lucha contra gobiernos indolentes, los pueblos respiran. El presidente les dijo que al final quienes viven en Temacapulín, Acasico y Palmarejo decidirán el futuro que se le dará a la Presa El Zapotillo... durante su sexenio. Y, enseguida, dejó entrever que no puede garantizar que otros gobiernos retomen ese proyecto, por lo que bien les vendría ponerse de acuerdo ahora con la Comisión Nacional del Agua (Conagua).

En el México actual, la política es tan surreal que sólo basta que el presidente abra la boca para hacer pedazos los acuerdos que se tomaron en el pasado. Históricos o no, los días, los acuerdos, los pasos y las reuniones se van al caño cuando el mero-mero del Gobierno federal decide tomar la decisión que beneficie al primero que se reúna con él.

O, para dejarlo más claro, al primer gobernador que le ofrezca doblar a sus enemigos, aunque estos hubieran sido aliados de ese mismo gobernador hasta hace una semana.

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