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El Jalexit de Alfaro

Ante la propuesta de Enrique Alfaro para que Jalisco abandone el pacto fiscal, quiero tranquilizar a los habitantes de estados vecinos: no necesitarán pasaporte para visitarnos. 

La propuesta del mandatario, a 15 días de dejar el cargo, es una fantasía sexenal y propagandística que no depende de él ni de los diputados locales.

Antes aclaremos qué hizo Alfaro. 

Sólo envió al Congreso de Jalisco una propuesta de reforma a la Carta Magna federal para que los legisladores locales la remitan al Congreso de la Unión, único facultado para modificar la norma suprema del país. 

La propuesta es tan realista como un unicornio naranja porque para cambiar la Constitución federal necesita mayoría absoluta en ambas cámaras. Esto es, 304 diputados (su partido sólo tiene 27); 80 senadores (sólo tiene 5) y mayoría en 17 congresos estatales (no tiene ni uno). 

En su iniciativa, el gobernador propone modificar los artículos 73 y 124 de la Carta Magna para crear el Sistema Nacional de Coordinación Fiscal y que las entidades decidan si se adhieren a él. 

Cuando el mandatario señala que “Jalisco buscará no seguir adherido a este convenio de coordinación fiscal”, primero debe cambiar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. 

Sobre la repartición presupuestal propone que se determine a partir de lo que cada entidad contribuye. Por ejemplo, de cada 100 pesos que aportó Jalisco en 2020 vía impuestos como el ISR e IVA, la federación le regresó 83. 

Pablo Lemus secundó el anuncio en términos de una “discusión necesaria” para buscar un trato justo de la Federación. Su ausencia durante el anuncio de Alfaro denota cautela que evita la beligerancia, por ahora. 

Por su parte, Sheinbaum contestó que ya no le correspondía a Alfaro -”él ya se va”-. 

Sobre todo, la Presidenta rechazó el corazón de la propuesta del mandatario: “no puede ser esta idea de que quien más paga, más reciba, dónde queda el apoyo a los estados más pobres del país”.   

La lógica de Alfaro, aplicada socialmente, ha profundizado la desigualdad en el país, pues alimenta el mito meritocrático sin atender las causas como la inequidad salarial y la acumulación de riqueza en unos pocos. Sería llevar esa visión a una política fiscal en donde vale más el que más aporta en vez de una visión democráticamente solidaria. 

Si reducimos una entidad a su valor monetario, Nuevo León vale más porque aporta más al PIB nacional que Oaxaca, pero si ponderamos el valor por la riqueza cultural y gastronómica, ¿qué tiene más utilidad, un paso a desnivel o una buena tlayuda con tasajo? ¿Ven lo absurdo de poner a competir a las entidades bajo el limitado parámetro de la riqueza? 

Jalisco es mucho más que su aportación al PIB. Y Oaxaca también. Y Nuevo León… Somos una República, no un sistema de cantones divididos en pobres y ricos. 

La salida del pacto fiscal de Alfaro es un último acto publicitario con la idea de pasar a la historia como el nuevo “Mariano Otero” que defendió el federalismo, al menos en papel. 

Pero luce más bien como el borracho que, al final de la fiesta, se empina el último trago directo de la botella para fanfarronear ante todos y desaparece en medio de la noche sin que nadie lo recuerde ni eche de menos. 

jonathan.lomeli@informador.com.mx
 

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