El Bajío del Arenal: salida del laberinto
En 1994 el buen destino del Bajío del Arenal estaba asegurado. El Ayuntamiento de Zapopan, a través de su Dirección de Planeación Territorial había realizado el Plan de Ordenamiento Territorial del Valle de Tesistán -con la consultoría del arquitecto Francisco Pérez Arellano. Ese plan fue debida y concienzudamente consultado, fue aprobado por unanimidad en el cabildo, y fue publicado e inscrito en el Registro Público de la Propiedad. Con ese ordenamiento legal quedaban a salvo del desarrollo urbano miles de hectáreas del Valle de Tesistán…y el Bajío del Arenal, parte del territorio estudiado y regulado.
¿Qué pasó entonces? Que en la siguiente administración, priista por cierto, el plan fue derogado por presiones, precisamente, de los desarrolladores. El daño así infringido a la ecología de la región y de la ciudad fue y es incalculable. ¿Y los responsables? Bien, gracias.
El Bajío del Arenal es, aparentemente, sencillo. En realidad es un laberinto. De condiciones hidrológicas, topográficas. De usos. De intereses diversos. Es un nudo gordiano, que se debe de deshacer como lo hizo Alejandro Magno: con un tajo de su espada. En este caso, con un tajo de la espada del interés público, suprema ley. Veamos.
El Gobierno del Estado tiene razón con el decreto sobre el Bajío recientemente expedido. El Ayuntamiento de Zapopan tiene también razón en su postura de mantener la autonomía municipal y el control de su territorio. En realidad estas posturas se complementan y refuerzan las medidas para salvar al Bajío. ¿Qué pues pasa? Pasa la política. Y una piedra en el zapato: la Villa (que no “villas”) Panamericana. Todos estamos de acuerdo en que poner la Villa en el lugar que ocupa fue un gravísimo error. Por acción: territorio que debe estar libre de construcciones. Y por omisión: esa Villa vino a suplantar perversa y corruptamente a la original y benéfica Villa del Parque Morelos. Pero el caso es que la Villa ya está ahí y cuesta 1,500 millones de pesos, que para cualquier país, y más para uno como el nuestro, no se pueden tirar a la basura. Además las dos terceras partes de ese capital son dinero público, la mitad de los pensionados. ¿Cuál es la salida?
Normar estrictamente la Villa (menos de 1%, por cierto, del área del Bajío). Que se establezca por cuenta de los propietarios una reserva natural alrededor de la Villa para compensar la densidad y que sea una muestra de las zonas de amortiguamiento requeridas todo alrededor del bosque. Que hasta la última gota de agua se infiltre adecuadamente. Que las plantas de tratamiento estén blindadas a prueba de todo. Que se regule estrictamente el tráfico automotor, el ruido, la disposición de basura, y todo lo demás que haya que regular.
Después de esto, permitir que la Villa sea habitada muy controladamente. Habrá quien ponga el grito en el cielo. Probablemente ese quien ni un plano del Bajío ha visto. El estadio Omnilaif, o como se llame, tiene un impacto mucho mayor (que hay que arreglar) y nadie dice nada. Existen en el Bajío escuelas, universidades, dependencias federales y estatales, fraccionamientos, minas de arena, etcétera, etcétera y nadie dice nada. ¿Por qué? Porque la solución del asunto de la Villa se ha contaminado de politiquerías, intereses creados e ingenuidades tales como la de pedir olímpicamente (y “heroicamente”) que se tiren los mencionados 1,500 millones de pesos al drenaje, con lo que nada se resolvería de la gran problemática del Bajío y del bosque de la Primavera. La no resolución de un asunto de objetivamente bajo impacto para la zona está impidiendo el avance a una regulación efectiva de todo el Bajío, ya que los diversos actores del asunto, oficiales y de la sociedad civil, están enfrascados en una querella que ya parece ser un concurso de egos. (Y no es cierto que la habitabilidad de la Villa le dé “derechos a terceros”; para eso existen las leyes y los reglamentos.)
Es necesario, después, establecer una veda absoluta de cualquier construcción en el Bajío del Arenal en tanto se ajustan las normatividades, planes parciales, planes ecológicos, etcétera, y se hacen las adecuaciones para que todo esté de acuerdo con el Decreto de Protección expedido por el Gobierno del Estado. Pero es necesario tener un proyecto concreto de lo que queremos como sociedad que el Bajío del Arenal sea. Una cuenca endorreica (con salida de agua solamente subterránea), una zona de vital recarga hidrológica, una zona de amortiguamiento para el bosque; pero también una zona de recreación controlada, con varios lagos de absorción, rutas de marcha y de bicicleta, accesos apropiados al bosque, un área agrícola correcta, una zona de reforestación intensiva, etcétera. No es tan difícil.
El tiempo, bien se sabe, no vuelve. Cada día que pasa el Bajío en su estado desordenado y decadente es un perjuicio ecológico, urbano, social, económico…y político. No tenemos margen de espera ya. Es preciso salir del laberinto. Vámonos poniendo de acuerdo y hagamos del Bajío del Arenal un orgullo regional, una muestra de concordia social y de buen oficio político, una herramienta para la esperanza de que puede más el bien común que la grilla y las corruptelas.